¿Cómo pasa? La realidad es demasiado
inabarcable como para que nos quepa sin abreviaturas en el cerebro, y
entonces, ¿cómo suceden de repente esos paralelismos? ¿Cómo es
posible que tú digas “parece cosa de magia”, justo en el momento
en que yo leo en una revista la palabra magia? ¿Cómo puede ser que
el timbre del teléfono interrumpa un recuerdo tuyo, y que resulte
que quien llama eres tú, precisamente? ¿Cómo es posible, si dos
personas son países con idiomas a veces intraducibles, que un mismo
día esas dos personas, cada una dentro de sus fronteras, escriban
frases casi gemelas? ¿Por qué este libro del que no quise leer la
contraportada me ofrece exactamente lo que yo necesitaba escuchar?
Porque pasa eso cuando unas palabras ajenas logran disolver por
completo tu entorno, y tu nombre y tu historia: que uno deja de
llevar a cabo el acto más o menos comprensible de leer, y de
repente, está escuchando. Una especie de milagro.
Ni siquiera sé cómo he podido
sustraerme yo a esa voz que me tenía enganchada hace un rato. He
tenido que hacer las camas y pasarme un rato en la cocina, antes de
atreverme a silabear, torpe, por contraste, como un bebé antes de
pronunciar mamá. En serio, cómo pasa. ¿Eliges por intuición un
libro, o son ellos los que se hacen los inocentes, cuando pasas a su
lado en la biblioteca, en la librería, y casi se dejan caer en tus
manos? Y a veces siguen haciéndose los tontos a lo largo de unas
cuantas páginas, hasta que deciden que ha llegado el momento de
dejarse de medianías. De intermediarios. Vale, es verdad que los
personajes están vivos, tanto o más que ese albañil que ahí
afuera remienda un muro con bloques prefabricados. Pero eso que lees,
que escuchas, ya no es una historia. De repente esa suspensión de la
realidad personal que se supone que caracteriza a la buena literatura
te importa una mierda. No quieres pasar la página para saber lo que
está a punto de ocurrirle a esa pobre gente. Lo que quieres es saber
qué va a pasar contigo. La lectura se ha convertido en un asunto
puramente personal, algo que sólo te atañe a ti, con tu nombre
propio esta vez, con tu historia, y al autor. Es como en La rosa
púrpura del Cairo. Te están llamando. Te reclaman. Pero te da
aprensión acercarte, porque algo te dice que el autor se está
preparando para arrearte un puñetazo. Efectivamente. En el estómago,
en tu comodidad de sofá mullido y comida rica y sana. En tu
conciencia. Una lluvia de puñetazos que, misteriosamente, no quieres
evitar. Esta vez no. Soportas los golpes, porque así es a veces la
pasión, hasta que a ti mismo te dan ganas de golpear. Y por eso es
por lo que te apartas, coges aire, y después enciendes el ordenador.
Te han dado ganas de dar una paliza, de pagarla con alguien.
Y por eso, hoy me gustaría especialmente
que este fuera uno de esos blogs populares a los que unos cuantos
miles acuden a diario como a una misa de negros americanos. No por
una cuestión de ego, claro. Últimamente estoy aprendiendo que esto
que escribo y publico funciona más como una herramienta de control
de mi ego que como un reforzamiento. No, no se trataba de eso (aunque
“eso” sea una especie de humedad ambiental que lo acartona todo).
Hoy quisiera ser un catalizador. Quisiera poder decir “cómo que
no, cómo no va a ver otra alternativa. Que somos los reyes de la
creación, colegas. Que hemos inventado el cepillo de dientes
eléctrico y el cubo de Rubik”. Decirlo y que se me escuchara,
igual que yo he escuchado a la Shriver decir que el niño
obediente sólo alimentaba inercia y descontento. Quisiera que
unos miles respondieran “eso, eso, por qué”, cuando yo
escribiera que por qué tiene que ser la Otra Vida un amor inevitable
e imposible, por usar la expresión exquisita de Autoayudado.
Quisiera contaros que ayer, en uno de
esos misteriosos paralelismos de los que hablaba al principio, Jose
me propuso ver Sicko, un documental de Michael Moore sobre el
despropósito macabro de los seguros médicos en Estados Unidos.
Resulta que ese es, precisamente, uno de los temas principales del
libro que estoy leyendo. Y que, cuando acabó, volví a pensar que de
qué me sirve a mí informarme y pasar un mal rato de
descorazonamiento y rabia, si luego voy a pasar página, y a
prepararme la cena con mi abejamayismo habitual. De qué me sirven
los puñetazos que recibo, si no tengo unos brazos lo bastante largos
como para propagarlos, si haga lo que haga, sigo siendo uno más de
esa masa de individuos que sostienen y dan sentido a una filosofía y
unas prácticas inhumanas.
Ejercer este tipo de liderazgo raro que
son las palabras sería hoy tan bueno. Poder infectaros con frases
que a mí ya me han subido la fiebre (Nada de lo que le habían
enseñado en la escuela le había proporcionado la más mínima
competencia sobre las fuerzas que controlaban su vida). Poder
ofrecer la materialidad de mis manos y de mis capacidades. Tirar una
primera piedra de cooperativismo. Aprender cómo funcionan las cosas
y sudar un poco para arreglarlas (aunque el concepto mismo de
reparación se había vuelto arcano; mucho más probable era
comprarse otra máquina que trabajaba mágicamente y que luego,
mágicamente también, dejaba de funcionar) Preguntar “qué
puedo hacer realmente por vosotros”, y que me contestarais.
Y que el eco de esa pregunta lograra generar un alud.
Me gustaría, como tú dices ,que este post lo leyeran millares de personas.Los que pensamos como tú para que nos anime a cambiar las cosas,en la medida de nuestras posibilidades...los demás, ellos verán.
ResponderEliminarEa, pos a difundir, a difundir
EliminarQue bueno el título, el post pega duro.
ResponderEliminarSeamos optimistas.¿Por qué no?.
No, no seamos optimistas. Negociemos. Qué puedo hacer yo por ti, qué puedes hacer tú por los demás, de qué maneras puedes contribuir al servicio
EliminarNada de lo que le habían enseñado en la escuela le había proporcionado la más mínima competencia sobre las fuerzas que controlaban su vida.
ResponderEliminarEintein decia mi educacion iba perfectamente bien hasta la la interrumpio la escuela.
Todo lo que te rodea tiene fecha de caducidad, es asi como funciona el consumismo.
Y por lo mismo que decía ese señor tan listo, tenemos que pasarnos el resto de la vida deseducándonos.
EliminarEiii... Qué pasa con la escuelita?? Que yo formo parte de una.. Y orgullosa estoy.. Superesnifff osea Pocholo y Borja Mari... Plimiiii, escríbenos más de Lisboa(que terquer soy.. Jaja)
ResponderEliminarPrima de idioma raro, te dedicaré un post específico sobre el tema (la escuela, no Lisboa, ansiosa)
EliminarAy, que creo que si te oyera preguntar "Por qué tiene que ser la Otra Vida un amor inevitable e imposible" tendría que responderte no lo que deseas escuchar, sino lo contrario: porque sí, porque sí... Porque incluso (sigo copieteándote, sin comillas, por que le quito algo de literalidad) cuando crees ofrecer la materialidad de tus manos y tiras una primera piedra de cooperativismo e intentas aprender cómo funcionan las cosas y sudas un poco para arreglarlas, sea el que sea el frente que elijas de entre los infinitos...puede que sí, que veas como se genera un alud, pero temes que pueda terminar aplastándote.
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