lunes, 21 de enero de 2013

Poder pegar

¿Cómo pasa? La realidad es demasiado inabarcable como para que nos quepa sin abreviaturas en el cerebro, y entonces, ¿cómo suceden de repente esos paralelismos? ¿Cómo es posible que tú digas “parece cosa de magia”, justo en el momento en que yo leo en una revista la palabra magia? ¿Cómo puede ser que el timbre del teléfono interrumpa un recuerdo tuyo, y que resulte que quien llama eres tú, precisamente? ¿Cómo es posible, si dos personas son países con idiomas a veces intraducibles, que un mismo día esas dos personas, cada una dentro de sus fronteras, escriban frases casi gemelas? ¿Por qué este libro del que no quise leer la contraportada me ofrece exactamente lo que yo necesitaba escuchar? Porque pasa eso cuando unas palabras ajenas logran disolver por completo tu entorno, y tu nombre y tu historia: que uno deja de llevar a cabo el acto más o menos comprensible de leer, y de repente, está escuchando. Una especie de milagro.

Ni siquiera sé cómo he podido sustraerme yo a esa voz que me tenía enganchada hace un rato. He tenido que hacer las camas y pasarme un rato en la cocina, antes de atreverme a silabear, torpe, por contraste, como un bebé antes de pronunciar mamá. En serio, cómo pasa. ¿Eliges por intuición un libro, o son ellos los que se hacen los inocentes, cuando pasas a su lado en la biblioteca, en la librería, y casi se dejan caer en tus manos? Y a veces siguen haciéndose los tontos a lo largo de unas cuantas páginas, hasta que deciden que ha llegado el momento de dejarse de medianías. De intermediarios. Vale, es verdad que los personajes están vivos, tanto o más que ese albañil que ahí afuera remienda un muro con bloques prefabricados. Pero eso que lees, que escuchas, ya no es una historia. De repente esa suspensión de la realidad personal que se supone que caracteriza a la buena literatura te importa una mierda. No quieres pasar la página para saber lo que está a punto de ocurrirle a esa pobre gente. Lo que quieres es saber qué va a pasar contigo. La lectura se ha convertido en un asunto puramente personal, algo que sólo te atañe a ti, con tu nombre propio esta vez, con tu historia, y al autor. Es como en La rosa púrpura del Cairo. Te están llamando. Te reclaman. Pero te da aprensión acercarte, porque algo te dice que el autor se está preparando para arrearte un puñetazo. Efectivamente. En el estómago, en tu comodidad de sofá mullido y comida rica y sana. En tu conciencia. Una lluvia de puñetazos que, misteriosamente, no quieres evitar. Esta vez no. Soportas los golpes, porque así es a veces la pasión, hasta que a ti mismo te dan ganas de golpear. Y por eso es por lo que te apartas, coges aire, y después enciendes el ordenador. Te han dado ganas de dar una paliza, de pagarla con alguien.

Y por eso, hoy me gustaría especialmente que este fuera uno de esos blogs populares a los que unos cuantos miles acuden a diario como a una misa de negros americanos. No por una cuestión de ego, claro. Últimamente estoy aprendiendo que esto que escribo y publico funciona más como una herramienta de control de mi ego que como un reforzamiento. No, no se trataba de eso (aunque “eso” sea una especie de humedad ambiental que lo acartona todo). Hoy quisiera ser un catalizador. Quisiera poder decir “cómo que no, cómo no va a ver otra alternativa. Que somos los reyes de la creación, colegas. Que hemos inventado el cepillo de dientes eléctrico y el cubo de Rubik”. Decirlo y que se me escuchara, igual que yo he escuchado a la Shriver decir que el niño obediente sólo alimentaba inercia y descontento. Quisiera que unos miles respondieran “eso, eso, por qué”, cuando yo escribiera que por qué tiene que ser la Otra Vida un amor inevitable e imposible, por usar la expresión exquisita de Autoayudado.

Quisiera contaros que ayer, en uno de esos misteriosos paralelismos de los que hablaba al principio, Jose me propuso ver Sicko, un documental de Michael Moore sobre el despropósito macabro de los seguros médicos en Estados Unidos. Resulta que ese es, precisamente, uno de los temas principales del libro que estoy leyendo. Y que, cuando acabó, volví a pensar que de qué me sirve a mí informarme y pasar un mal rato de descorazonamiento y rabia, si luego voy a pasar página, y a prepararme la cena con mi abejamayismo habitual. De qué me sirven los puñetazos que recibo, si no tengo unos brazos lo bastante largos como para propagarlos, si haga lo que haga, sigo siendo uno más de esa masa de individuos que sostienen y dan sentido a una filosofía y unas prácticas inhumanas.

Ejercer este tipo de liderazgo raro que son las palabras sería hoy tan bueno. Poder infectaros con frases que a mí ya me han subido la fiebre (Nada de lo que le habían enseñado en la escuela le había proporcionado la más mínima competencia sobre las fuerzas que controlaban su vida). Poder ofrecer la materialidad de mis manos y de mis capacidades. Tirar una primera piedra de cooperativismo. Aprender cómo funcionan las cosas y sudar un poco para arreglarlas (aunque el concepto mismo de reparación se había vuelto arcano; mucho más probable era comprarse otra máquina que trabajaba mágicamente y que luego, mágicamente también, dejaba de funcionar) Preguntar “qué puedo hacer realmente por vosotros”, y que me contestarais. Y que el eco de esa pregunta lograra generar un alud.

9 comentarios:

  1. Me gustaría, como tú dices ,que este post lo leyeran millares de personas.Los que pensamos como tú para que nos anime a cambiar las cosas,en la medida de nuestras posibilidades...los demás, ellos verán.

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  2. Que bueno el título, el post pega duro.
    Seamos optimistas.¿Por qué no?.

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    1. No, no seamos optimistas. Negociemos. Qué puedo hacer yo por ti, qué puedes hacer tú por los demás, de qué maneras puedes contribuir al servicio

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  3. Nada de lo que le habían enseñado en la escuela le había proporcionado la más mínima competencia sobre las fuerzas que controlaban su vida.
    Eintein decia mi educacion iba perfectamente bien hasta la la interrumpio la escuela.
    Todo lo que te rodea tiene fecha de caducidad, es asi como funciona el consumismo.

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    1. Y por lo mismo que decía ese señor tan listo, tenemos que pasarnos el resto de la vida deseducándonos.

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  4. Eiii... Qué pasa con la escuelita?? Que yo formo parte de una.. Y orgullosa estoy.. Superesnifff osea Pocholo y Borja Mari... Plimiiii, escríbenos más de Lisboa(que terquer soy.. Jaja)

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    1. Prima de idioma raro, te dedicaré un post específico sobre el tema (la escuela, no Lisboa, ansiosa)

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  5. Anónimo entre comillas24 enero, 2013 23:41

    Ay, que creo que si te oyera preguntar "Por qué tiene que ser la Otra Vida un amor inevitable e imposible" tendría que responderte no lo que deseas escuchar, sino lo contrario: porque sí, porque sí... Porque incluso (sigo copieteándote, sin comillas, por que le quito algo de literalidad) cuando crees ofrecer la materialidad de tus manos y tiras una primera piedra de cooperativismo e intentas aprender cómo funcionan las cosas y sudas un poco para arreglarlas, sea el que sea el frente que elijas de entre los infinitos...puede que sí, que veas como se genera un alud, pero temes que pueda terminar aplastándote.

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