lunes, 17 de diciembre de 2012

Mareo bloguero

Hace dos o tres entradas hacía mención a lo flojita que me siento, durante unos segundos, cada vez que publico por aquí cualquier cosa. Imaginadlo. Me acabo de pasar un buen rato peleándome con mi propia energía cerebral, y de pronto, eso que era exclusivamente mío, y que, como un feto, venía alimentándose en secreto de mí, de lo que impresiona a diario mi película, de mi historia personal, de la manera particular en que llevo relacionándome con el lenguaje desde que aprendí a articular la primera palabra, todo eso, con un simple click, deja de pertenecerme. Queda flotando fuera de mi control, en un mar de información tan vasto, que se ha convertido en la regla perfecta para medir la propia insignificancia. Y ahí está el post, desvalido, pequeñito, abandonado hasta por su propia mamá, que se ha ido por ahí a golfear, o a leer, o que ya está pensando en concebir un nuevo hijito. Hasta que alguno de vosotros atrapa este pez de palabras, y lo hace suyo. Eso pasa: que al leerlo, lo adoptáis. Mi texto interacciona con vuestra propia película y con vuestra propia historia. Y deja de ser exactamente como era cuando yo lo puse a nadar. Es recreado, digerido, malinterpretado, restaurado, enriquecido, embellecido, despedezado, consumido como el Hola en una peluquería o, con mucha más suerte, utilizado como una especie de brújula. Esa recarga de energía que activa un texto del que me he olvidado al poco de publicarlo, ese poder, aunque sea minúsculo, me da vértigo.

¿Sí? Pues ese vértigo no es nada, comparado con la fragilidad con la que me enfrento a la luz sintética de la pantalla cuando no tengo nada sólido que ofrecer. A mí me gusta sentarme (arrodillarme) con la parte más dura del trabajo ya hecha. Con una idea manoseada desde hace un montón de horas, y con un esbozo de estructura. ¿O es que os creíais que yo le dedico a esto nada más que el tiempo que empleo en darle elegantemente al teclado? Para nada. Escribir es una auténtica peoná. Sólo que a veces, muchas más de las que me gustaría, no soy tan profesional. Publico mi post del día, y me pongo a zumbar cual Abeja Maya. Salgo al mundo, y dejo que se me escurra entre los dedos, en vez de atraparlo. Debería volver a casa con un buen montón de piezas de caza, y en lugar de eso, me dedico a jugar, o a acariciar con la mirada, o a hacer ruido, y las presas se me escapan. Es lógica, claro, esta respuesta playera que sigue al hecho de dar por medianamente bueno un texto, y parirlo. Es una relajación tal, que medio me diluyo, me ahueco. Mi luz de malla se abre. Y así no hay quien empiece a trabajar de nuevo.

Cuando eso pasa, mi única opción es engatusar a una palabra cualquiera, y forzarla. Empezar a escribir cualquier chorrada, por si acaso de esa esquina basta del trozo de mármol empieza a asomar algo parecido a una forma. O poneros por delante un plato combinado de vivencias que, cada una por separado, no daría para llenar el buche. Cuando en mi libreta de notas no hay ningún tema que en ese momento me apetezca, entonces no me parece del todo deshonesto ofrecer una macedonia de sentimientos, similar a esas que arreglan una cena cuando no hay otra cosa en la nevera.

Y hoy podría hacer lo mismo. Podría haceros tragar que el cielo está blanco, y que al olmo que veo por mi balcón sólo le queda un puñado triste de hojas amarillas, que me recuerdan, por un atajo mental no muy intrincado, a la cabeza de mi abuelo. Podría dar envidia al revelar que el calendario parece haberme regalado este diciembre, para mi cumpleaños, porque hoy vuelvo a trabajar después de trece días, y sólo para otros cinco más. Podría inquietar confesando que anoche me quedé dormida con la sensación de estar ocupando un cuerpo alquilado.

Podría declarar cuánto me aberra el uso no anticonceptivo de los anticonceptivos, y mostrar la manera absolutamente militante con la que me he propuesto no usarlos, ni una sola vez, como excusa para mis posibles cambios de humor. Podría enfadarme de nuevo el enfoque farmacéutico de la medicina, a la que no se le ocurre otro modo de estimular a mi perezoso aparato hormonal que subvencionándolo con un buen chute extra de hormonas. Podría quedarme otra vez con mi indignación estéril en las manos, sin saber de qué manera no violenta responder a un gobierno que decide implantar de tapadillo el copago de medicamentos contra el sida, la leucemia y otros cánceres, para favorecer, flipa si te queda capacidad, un uso racional (??!!) de los mismos. Podría invitaros a soñar conmigo algún tipo de sociedad autogestionada, que supiera acogernos como a seres más humanos que bovinos.

Todo eso podría cortar en trocitos y aliñar, para poneros de merienda esta tarde. Si no fuera porque lo que hoy sí tenía que contar era, precisamente, ese manojo de pequeños mareos que me provoca lo que escribo día a día.

6 comentarios:

  1. Anónimo entre comillas17 diciembre, 2012 22:05

    Es curioso. Cuando leía esto:"...ofrecer una macedonia de sentimientos, similar a esas que arreglan una cena cuando no hay otra cosa en la nevera." me ha venido a la mente que M. bromea cuando pongo en la mesa algo improvisado usando una expresión taurina "hoy, faena de aliño, ¿no?" y tú terminas con la posibilidad de aliñar el post en trocitos, aunque luego veas que no es necesario. Tienes razón, porque de tus "manojos de mareos" siempre hay algo recreable, digerible...me ha gustado el simil de la caza (anda que si mis amigas perro-flauta vieran hoy este comentario taurino-cazador, me retiraban el saludo) y enternecido el de las cuatro hojillas del olmo recordándote a tu abuelo y...

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    1. Mujer dulce, esas talibanas tuyas ¿lincharían al misma Hemingway?.

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  2. Me los apunto y los espero pacientemente, pues cada uno de ellos me parecen de lo más atractivo.
    Y bueno, quizá los lectores no nos hacemos cargo del esfuerzo que hacéis. En esto, somos buscadores y engullidores de posts recién nacidos.
    Besos y enhorabuena por tu forma tan bonita de escribir (por si hacía tiempo que no te lo decía).
    Laura

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    1. ¡Postófagos adorables! Muchas gracias, Laura. Lo mejor de este esfuerzo es encontrarme luego con lectores como tú.

      Besos

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  3. Tiene muchísimo mérito lo que haces. Te lo dice alguien que te tiene una insana envidia por ello.

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    1. Oh, oh, gracias!! Pero la envidia, si no te pone verde, es sana.

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