lunes, 10 de diciembre de 2012

Eh, memoria

Sal de tu suave letargo, memoria mía. Sé aplicada. Nací cuatro años antes que tú, así que deja que ahora te guíe. No vivas de las rentas, memoria mía. Sé que nunca te tomaste en serio eso de que tu misión tuviera que ser realizada a fuerza de sudor y rutina. Eres tan aristocrática. Todo lo que voy viviendo, tú lo amontonas a tu aire, lo dejas por ahí, en cualquier sitio, acostumbrada como estás a la abundancia. Por eso, cuando requiero tus servicios, y muchas veces, sin que los requiera, arrimas a mi conciencia recuerdos que no vienen a cuento. Cuando uno de ellos, en concreto, me hace tanta falta como el agua; cuando preciso de aquella escena para recuperar un aprendizaje, de aquel mandamiento para asentarme, de aquel fiasco para seguir empujando, tú saltas con la calentura que me salió en el labio para mi primera comunión, o con el laboratorio de Parasitología en la facultad, o con una boñiga de vaca parecida a una tarta. La región de mi cerebro donde reinas es una jaima hippy, querida memoria vaga. Así que ponte el mono de trabajo, bájate al archivo, y aprende a trabajar con diligencia. Persevera. Respeta un orden. Déjame siempre a mano unas cuantas cosas inolvidables.

Cuando me sienta perdida, tráeme este cansancio limpio de las piernas. Si alguna otra vez la inseguridad se me agarra entre las costillas; si una voz en mi mente me llama torpe, o se empeña en convencerme de que no doy el pego, tú hazme recordar, memoria, lo alto y lo lejos que saben llevarme los pies cuando me pongo a andar. Procura que reviva esta santidad de los músculos trabajados, si me desconecto de mi parte física. Cuando vuelva la impresión de que las cuatro paredes de una habitación se hacen cada vez más estrechas, y amenazan con emparedarme, recupera para mí los pinchazos en el puente del pie, en la rodilla derecha, y en el culo. Conserva bien fresca esta felicidad de andar mucho y volver luego a casa.

Cuando piense que a mi vida le falta brillo, recuérdame a los árboles. Cuando no sepa adónde ir, pon en lo alto de tu índice al árbol bajo el que ayer me comí un bocadillo. Cuando me sienta un descosido de la red social, recupera la hospitalidad del bosque que escucha, acepta, arrulla y nutre. Cuando mi mente me atrape con un guirigay de dilemas, desempolva la noche del bosque, esa cofradía exuberante que, a solas y en silencio, sigue respirando sin que nadie le diga cómo hacerlo. Cuando la insatisfacción me coja por el cogote como a un gatito, proyecta en tu pantalla los lugares hermosos por los que he caminado. Permite, con tus apaños, que pueda seguir viviendo siempre en ellos. 

El demonio posee a mi cámara de fotos, mientras yo tomo posesión de un quejigo
 
Cuando piense que en cualquier otro lugar podría ser más feliz de lo que soy ahora, recuérdame que ya me fui una vez de Jimena. Esos montes que esta mañana parecían mi hábitat ideal, podía verlos desde una ventana de la casa que abandoné. Eran igual de frondosos que hoy; tenían el mismo aire limpio y el mismo lustre; estaban igual de blandos de musgo y hojas de varios otoños, y no me bastaron para dejar de sentirme sola. Pensé entonces que sólo tenía que cambiar de escenario, y dejar el guión como estaba, para convertirme en protagonista de mi propia historia. Y huí de allí, con el alien de la soledad incrustado íntimamente en la cabeza. No me arrepiento. Si lo hiciera, seguiría obedeciendo el dictado de la misma inclinación fugitiva.

Así que, si a pesar de la atención que pongo, me vuelve a picar el bicho de la nostalgia, recuérdame, memoria mía, que gracias a ti, nunca llegué a alejarme de nada.

7 comentarios:

  1. Mae mía,¿pero de donde te sacas estos textos?,eres increible,y cuanto tiempo hemos estado sin esto...Que mente,diria yo.

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    1. Artesanilla favorita, no voy a decir que tú sí que eres increíble porque luego me dicen que le peloteo a mis comentaristas...peeero, a las pruebas me remito.

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  2. Como escribió Bécquer "...poesía eres tú".

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  3. ¿Y por qué será tan caprichosa la memoria? Yo me enfado con la mía y a veces le regaño y hago como que le doy una colleja por intentar engañarme. Le encanta hacerme creer que anda fatal, que no puede con tanto...y se despista, pierde cosas, olvida fechas...pero he descubierto que lo hace porque se cansa del orden al que intento someterla, de tanto detalle aburrido; entonces me sorprende y pone a mis pies algo que sí merecía la pena guardar, me guiña un ojo y me pregunta: ¿Y ahora qué dices, listilla?

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    1. Las memorias son hidalgas venidas a menos/diletantes/antisistemas/sufridoras del síndrome de Diógenes/cansinas como Georgie Damm

      (Chupicomentario!!)

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  4. Que genialidad, que bien que escribes, no puedo pasar sin dejarte mis felicitaciones, me has hecho senitr muchas cosas, me has hecho re pensar muchas otras... mis saludos y mi admiracion..

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