miércoles, 21 de noviembre de 2012

El desvelo cutre


En momentos así, el silencio no es buena señal. Yo le abro una oreja a la vida, y la vida no me responde. Malo. No suenan los coches arrastrándose cansinamente cuesta Escoriaza arriba. Ningún operario ha arrastrado todavía la valla metálica que impide el acceso con vehículos al solar del Cuartel de las Palmas. Malo. Porque eso significa que he vuelto a cogerle la delantera al despertador. Pero no demasiada. Ahí está la clave de mis dos “malos”: la condenada región autónoma de mi cerebro que maneja a voluntad los tiempos de mi consciencia sabe que no es tan temprano como para que pueda volver a dormirme. Sabe perversamente que en cosa de media hora tendré que estar lavándome la cara. Y le importa un carajo las repercusiones que eso pueda tener sobre mi necesidad de descanso. Ella le ha ganado la carrera a cosas como el mecanismo fabricado de un reloj, o la hora oficial en que mi trabajo me obliga a levantarme, y está tan ufana.

Despertarte sin motivo a las seis de la mañana no tiene el glamour de esos grandes insomnios trágicos que te devuelven a la extrañeza de la madrugada. Hay algo de fatalidad en abrir los ojos a las dos, las tres de la madrugada, cuando tus biorritmos son de un diurno exaltado. Porque esa hora es la cara oculta de tu tiempo, su espalda. Un territorio para el que no cuentas con visado. Miras la pantalla del móvil, y tú sólo puedes responder con un oh-dios-mío-oh-dios-mío-por-qué-a-mí. Estás desamparado, cargado de repente con todo el peso de tu consciencia, con tus emociones, tus recuerdos, tus imágenes y tus tareas, en un momento en que tus estructuras mentales se encuentran especialmente frágiles. Tu cerebro está chisporroteando, y dos pelotas de sueño han encestado en tus ojos. Y entonces empieza todo ese viejo escándalo mental. Un pensamiento corriendo por aquí, como un petardo rastrero, otro que estalla por allá, otro que se encadena a otro y a otro, y que cambia de forma antes de que puedas llegar a fijarlo. Yupii. A veces, en medio de ese disloque, una idea se te aparece como una majestuosa rosa verde y dorada de fuegos artificiales. Tienes que apuntarla, rápido, antes de que se vuelva gas. Enciendes la luz. Escribes como una antropófaga. Apagas la luz. Vuelta a empezar. En uno de esos ciclos a lo mejor el sueño se apiada de ti.

Pero ¿a las seis de la mañana, cuando tu despertador está programado a las 06:35? Ni lo sueñes, chavala. No se te concede la esperanza de volver a dormirte. No vas a sacar ni una gota de petróleo de una vigilia tan mezquina. No habrá tiempo para la lucidez o para la alucinación. Como mucho, para pensar lo que vas a cocinar por la tarde, y si tienes que sacar algo del congelador. No vas a tener derecho a quejarte. Total, por media ridícula hora de sueño perdida. No podrás hacer melodrama a su costa: la manita en la frente, las ojeras de ópera, huy, Pepe, es que he dormido fatal. Es un insomnio de abuela. De funcionario.

Despertar sin motivo a las seis, en el punto psicológico en el que ahora me encuentro, es un sabotaje. Estoy varada en la cama. No he mirado la hora, pero sé, mi desleal cerebro lo sabe, que es demasiado pronto para preparar el desayuno, y demasiado tarde como para hacerme un ovillo y cantarme una nana. Tengo, todavía, un sueño nivel “procura que el paciente no se duerma, Grey, o lo perderemos para siempre”. Me duelen los ojos como si me los estuviera picoteando un buitre. En tan lamentables condiciones, mi preciosa vitalidad mañanera, que hace que la misma Heidi parezca un personajillo de Tim Burton, es una fábula de perroflautas. Así que la bombilla de la anticipación neurótica se ilumina con una corriente de cien vatios. Y en el poco tiempo que queda hasta que el derrotado despertador haga su trabajo, no voy a poder dejar de pensar lo siguiente:
  • Me muero de sueño.
  • ¿Por qué me tengo que despertar ya, si me muero de sueño?
  • ¿Por qué, por qué, por qué, tengo que estar cronológicamente programada?
  • Mi cerebro es de un cutre que da asco. Repelente niño Vicente.
  • Quiero mi ración de ocho horas recomendada por médicos y top models.
  • Esto le da de comer al gusano del Alzheimer, seguro.
  • Y las ojeras. Y las ojeras. Y las ojeras. Un minuto de silencio por mi lozana belleza (esto pasa en mi mente, así que puedo ser creída, si quiero).
  • Voy a estar moribunda todo el día.
  • Voy a tener que echar siesta.
  • La siesta devora el tiempo libre, eso lo saben hasta en Tahití.
  • Sumando la siesta más las horas que pasaré merendando con mi tía más los desplazamientos más la cena más el cansancio arrastrado, da un total de: 168 excusas para no escribir hoy tampoco.
  • O sea, que madrugo media hora antes, y en vez de que dios me ayude, me roba tiempo para vivir. Con razón, lo de los caminos inexcrutables.
  • Y Todo por culpa de la Nueva Delegación. Todo por culpa del colapso que nos espera en la circunvalación, con las fauces abiertas (es mi mente, ergo puedo ser pedante). Todo por culpa del Trabajo. Yo me cambio de piso. Yo me cambio de destino. Yo me vuelvo a Cádiz.

Entonces el despertador suena. La suma de actos que forman un día vuelve a ser desgranada. Hay un maremágnum de coches y de bostezos. Hay brochazos color caca de negatividad. Hay una mucosidad ansiosa sobre el esternón. Hay los reajustes necesarios para comportarme como quiero, y no como mis emociones están mandando. Es una aventura estar fuera de la cama, y por eso me hace feliz levantarme. 

(Cuando corresponde. Coño)

12 comentarios:

  1. Llámame pedante y friki sin compasión alguna, pero... si en ese ratico te pones a meditar, el día cambia. Ni ojeras, ni humor raruno, oiga.
    Besos!
    Laura

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    1. No te llamo nada de eso, no (ver re-comentario de abajo). El problemilla es que por meditar, y dejar que mi mente vuele bajo como los grajos, pasa lo que que enumero ahí arriba.

      Besos, bonita!

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  2. Sé que voy a escribir el comentario más original de la historia de los bloques estos y confieso que me he estrujado lo que queda de mi cerebro para buscar las palabras adecuadas y que no te ofendas, pero ¿por qué cojones escribes tan bonito, la antes conocida como La Del Nombre Impronunciable?.

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    1. Antes conocido como Tro, porque de viva voz hablo tan feo como un pepino de mar. Y hay que sobrevivir.

      (Pero qué le pasa a mis queriditos, que se creen que voy a pensar de ellos lo peor, cuando lo cierto es que los amo la madre Teresa a la Humanidad)

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  3. Anónimo entre comillas21 noviembre, 2012 22:00

    Debe haber un agujero negro que se traga nuestro sueño a las seis de la mañana, o un duende malaleche que va despertando a base de collejas a las -antes del insomnio- bellas durmientes. Todos los días me despierto a esa hora, cuando mi despertador, más amable que el tuyo, me dejaría dormir hasta las 7,15. A veces la radio me echa una mano para devolverme al sueño y entonces mi desaprovechado despertador puede hacer, feliz, su escaso trabajo.

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    1. El duende collejero, me encantaaa!!. A mí es que la radio me desvela tope tope

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  4. Me identifico con la chafada de despertar antes de tiempo y el chisporroteo mental con escandalera incluida. Y me he reído un rato, especialmente con la última frase (), coño.

    Un saludo,

    Angéline

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    1. Un saludo, Angéline, me encanta reencontrarte!! No te rías de eso, que luego mi mamá me regaña por ser tan mal hablada.

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  5. Un consejo:cuando te despiertes a esa hora, en vez de empezar a castigar a tu cerebro, hazte un ovillo, relájate y al momento disfrutarás del rato de sueño más rico de toda la noche.
    Palabra de honor.

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    1. Ejem, queridita, es que cuando te queda tan poco para tener que levantarte no te puedes dar el lujo de reconciliarte con el sueñecito.

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  6. Por qué no aceptamos el insomnio, si a veces ya no tenemos sueño,por qué no aprovechamos para hacer algo?(sin molestar a la pareja o a los vecinos).

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    1. Porque lo peor del insomnio es que seguimos teniendo sueño!!

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