jueves, 4 de octubre de 2012

Pero qué ha comido hoy esta chica

Míralos. Pobrecillos. Cómo arrastran los pies, cómo se les dobla el espinazo con el peso de las mochilas, los maletines, las bolsas de la compra. Mira qué rodales de sudor en los sobacos. Sus caras cerradas. Los ojos de cabestro en el Rocío. Pero, un momento, aquí hay algo raro. Soy yo la que va camino del trabajo, con paso cantarín. Son ellos los que vuelven del aula o de la oficina. ¿Dónde está su alivio? ¿A santo de qué mi júbilo? Quizás ellos no tengan más remedio que aplazar el suspiro de tregua hasta la hora de acostarse, cuando hayan conseguido tachar por lo menos seis de las diez tareas que a las siete de la mañana apuntaron en su agenda mental. Tal vez yo me frote las manos ante la perspectiva de sentarme por fin un rato, en la silla del jefe.

Porque esta mañana volvió a sacarme de la cama una orden apremiante. Es curioso, pero mis momentos más trascendentes revolotean siempre en torno a la mesilla de noche. Estoy poniéndome el pijama, y me sobresalta la turbación de vivir, y de que otro día se descuente de mi lista de días finitos. Suena el despertador, y rápidamente me conecto a la rueda del tiempo. Quizás no sea la filosofía más adecuada para conservar intactos los depósitos de calma, pero cuando ahora me despierto a una hora que huele, aunque sea de lejos, a mañana, me obligo a no remolonear. Tenía permiso para volverme a dormir, cuando el despertador sonó para Jose a las seis y media, pero no quise aprovecharlo. Porque esa es la única manera que se me ocurre para ahorrarme la impresión de que entre la hora de levantarme y la de acostarme sólo me ha dado tiempo a un parpadeo y medio. Impresión que, pese a todos mis empeños, persistirá.

Total, que es como si este jueves hubiera venido con una oferta de 2 x 1. Ahora, haciendo el recuento de todo lo que me ha mantenido en fluido movimiento a lo largo del día, me acuerdo de un diario que tenía mi hermana cuando todavía era una niña fornida. Tenía las hojas azules y un candadito expresamente diseñado para ser violado, cosa que yo hacía con la esperanza de encontrar secretos y herejías. Pero sólo puedo recordar que uno de los días que anotó, mientras estaba de campamento en Soria, comió macarrones con tomate. Y esos macarrones tan triviales, vistos ahora a una distancia de veinte años, me dan tanta ternura que me apetece imitar el estilo casi estadístico del diario que aún los guarda. Así que

06:45: Domesticando mi torpeza mañanera, he conseguido desayunar unos huevos revueltos con coco y canela.
07:30: No ha salido el sol todavía, y ya he vuelto a colgarme de las páginas de otro libro de Steinbeck, yonki perdida de los tonos irónicos y amables de “Viajes con Charley”.
08:15: ¡Ya he descuartizado la calabaza!
08:43: Mientras la verdura sudaba en la sartén, yo me he dado al placentero arte del exterminio. En mi cocina conviven más especies de seres vivos de las que estoy dispuesta a tolerar. El kéfir Rodolfo es un individuo genéticamente modificado, no cabe duda. Si no, no entiendo cómo sobrevive con vitalidad china a los largos periodos en que dejo de alimentarlo, y cómo se reproduce a ritmo de “terminaré engullendo carne humana en vez de leche”. Ergo todos los Rodolfos Jr. han ido a parar al congelador. Y la polilla de la harina... A ver, ¿quién la bautizó así, un estudiante de primero de Biología colocado de formol? ¡Qué poquita atención le puso a sus costumbres!. La polilla en cuestión (Sitotroga cerealella) gusta de la harina, en efecto. Y de la avena. Y de las almendras. Y del mijo. Y de las nueces. Y del chocolate, por dios. Una sibarita. Yo no tengo sueldo suficiente para sustentar a tanta fauna.
09:17: Muero de hambre. Que las paleolíticas me corrijan, pero las proteínas no sacian tanto. Por suerte, he conseguido rescatar tres nueces de las fauces omnívoras de mis polillas.
09:40: Decepción. Ya no quedan plazas para el club de lectura de la Universidad, en el que volcaba cierta esperanza de reencontrar esa hermosura que tuve este verano: hablar sobre libros con gente lista.
10:20: Buscando dos libros en la Picasso, para un regalo.
10:52: Sigo buscando.
11:15:Sigo buscando. El despecho me lleva a comprarme tres libros. Los tres para mí. Ninguno de los que buscaba. Puedo decir, como descargo, que mi bulimia literaria le da de comer a gente muy necesitada. Libreros. Psicólogos con ínfulas poéticas. Profesores de talleres de narrativa.
11:49: No sólo de letras vive la mujer. Los pescaderos del mercado están apáticos. Ninguno me ha ofrecido ni un miserable “ qué gambas tengo, primor”. Hoy me siento rumbosa, o a lo mejor es que la hiperactividad me está pasando factura. Pero hay que seguir redistribuyendo el capital. Y los pescadores de Huelva que han acercado estas lubinas salvajes a mi orilla se merecen mis euros y mi respeto mucho más que esos fabricantes de pescado obeso de las piscifactorías.
12:15: Hay un hechizo en la calle Varela. La semana pasada estuve a punto de pedirle salir a la princesa de la tienda ecológica, y hoy me he enamorado del italiano seriote y cortés que me ha pesado medio kilo de raviolis de ricotta y acelgas.
13:02: Umm, sí, ahora pongo a cocer en mijo. En cuanto huela y sobe mis tres libros. 13:37: Pues esto también podría ir a la carta de La tasca de Sila. 14:04: ¿quién ha dicho que los cereales dan sueño? 14:37: demasiado rápido cambié yo el polo del uniforme por camisas de manga larga. 14: 49: Míralos. Pobrecillos. Cómo arrastran los pies...


(Y de 15:00 a 21:30 hice planos, fui simpática con otro de mis jefes, bajé a la calle a comprar melocotones, colé este textito de estraperlo, pestañeé...Y, fíjate, ya estoy en pijama de nuevo. ¿Dónde irá a parar ahora este día?)


4 comentarios:

  1. Genial tu hiperactivo dia!, y que bueno el disfrute y cuidado de lo cotidiano!. Ni qe decir que DEBES engrosar La Tasca de Sila...pero cuando el fuego lento de tus textos así lo pida: a su amor todo.
    Muases.
    Laura

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  2. Ah, Laura, qué puñalá trapera esa del "fuego lento de tus textos"... Más siquiera yo que hacer comida rápida literaria! Un beso

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    1. Norl!, iba por lo cuidados que estan...y porque lo bueno no se fuerza. Frecuencia correcta, para mi gusto.
      Bss

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    2. Y yo iba por que soy leeeenta escribiendo, y me desconcentro con todos los electrones que pululan por el Universo!

      +bss

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