domingo, 7 de octubre de 2012

Las otras máscaras


Hace un año...Pero qué pequeña era yo hace un año. Hacía las cosas con cierto descuido, como ensayando, guiándome por el mapa de mis ventoleras diarias. Exactamente igual que ahora, por cierto. A veces me gustaría tener un cerebro de ingeniero, y levantar mis proyectos con orden y pulcritud, conociendo en todo momento sus pilares básicos, o hacia qué meta debería encaminarse todo mi esfuerzo. Eso significaría, también, saber en cada momento lo que quiero y lo que me mueve, pero, francamente, cuando empiezo algo, casi siempre me limito a corroborar el pálpito de un deseo. Quiero hacer algo. No me cuestiono seriamente por qué. Lo hago. Y las causas que se escondían tras ese pálpito van brotando conforme la cosa se hace. Sí, estaría bien trazar esquemas, levantar maquetas, tener diagramas mentales claros, pero la verdad es que con el método ensayo-error me voy apañando. Tampoco creo que se pueda vivir de otra manera.

Así es cómo, hace ahora un año, empezó esta aventura del blog. Yo quería uno. Por qué, entonces no lo sabía muy bien. Ni me importaba. Yo quería un blog. Leía unos cuantos, me enamoraban de otros pocos, sus ritmos, su aire de intimidad, y todo el juego de empatía y diálogos que de ellos brotaba. Quería uno de esos blogs para mí, mamá. ¿Para materializar mi vocación un poco ambigua de escribir, para encontrar un espacio donde compartir, para darle coba a mi ego? Sigue sin importarme. El caso es que, sin poner demasiado énfasis en lo que de ello podría resultar, un día empecé a acondicionar este nidito, siguiendo el mismo programa de quien deja divagar el boli sobre un papel en sucio, mientras habla por teléfono. Me encontré con una hora de sobra, y me puse a juguetear con la plantilla de Blogger, así, en plan hipotético. A ver, si yo tuviera un blog, le pondría esta letra, no, ésta, y sólo dos columnas, para que no se viese abigarrado. Simple y sin efectos especiales. Lo siguiente fue pensar un nombre, pero esa historia ya la he contado. Y después empleé otra rato muerto haciendo manualidades: rebusqué entre las fotos guardadas en el ordenador, las recorté o las estiré como si fueran chicle, me entretuve cambiando brillos y saturaciones, y después las fui probando en mi plantilla de prueba. Entonces el juego empezó a ponerse un poco serio. Subí mi apuesta: escribí un texto, un poco borracha de adrenalina y, sin apenas pararme a pensar en lo que eso significaba, le di al botón de publicar. Hace casi un año de aquello.

Así que hoy se me ha ocurrido enseñaros las carátulas que deseché a favor de esa que veis encima de tanta palabra. Un pequeño homenaje a mis días de juego. O una especie de DVD extra con todas las escenas descartadas de esta película. ¿Sería diferente ahora el tono de lo que leéis, si hubiera optado por cualquiera de ellas?




Ay, amiguitos, qué imagen tan densa, cuánta historia encriptada en unos globos y unos rayajos de luz. Claro, esta foto fue tomada desde un coche, y yo ya había escogido el nombre del blog, así que parecía bastante convincente. Además me agradaba su juego de colores, su agilidad, y el contraste de la expresión de movimiento con la palabra “durmiendo”. Me hacía pensar en excursiones nocturnas. En toda la vida secreta e inasible que nos pasa mientras dormimos. En esa vieja sensación de seguridad un poco temeraria que implica quedarte dormido en un coche. Y me gustaba la tipografía como de máquina de escribir de Jack Kerouac. Sólo que en ese coche nunca hubiera estado lo bastante relajada como para dejar mi vida en manos de quien conducía. Al piloto le molestaba todo, la noche en que esa foto fue tomada. La lluvia sobre el parabrisas. Las maniobras de los demás conductores. Mi silencio o mis palabras. Que yo no hubiera tomado aún ninguna foto de su ciudad. Que sacara mi cámara e hiciera esta. La verdad es que no me pareció un buen augurio.




Más movimiento. Esta vez un tren. Nada que objetar respecto a su maquinista. Amo los trenes. Ya es un tópico más, el placer que provocan los viajes en tren, pero esta vez yo le rindo pleitesía. Tienen esa hibridez, el paisaje que se desliza sin estridencias junto a ti, combinado con el aire de la salita de estar donde tu abuela te coge el bajo de los vaqueros, mientras tú le cuentas lo mucho que te mola la universidad. Apunto ese símil como principio filosófico de este blog. Más lluvia. Siempre es seductor, cuando las gotas se deslizan por el cristal. Aunque el islote que tengo a mi izquierda me haga imaginarme algún cayo antillano, el tren está a punto de entrar en la estación de Venecia. Es un buen punto de partida literario, ese lugar donde todos los elementos, tierra, agua, cielo, se mezclan.




Pare. Escuche. Mire. Nunca una orden, ni siquiera las de mi madre, me pareció tan perentoria. Una tarde, rodeando las murallas de Faro, me topé con esta señal acostumbrada a gritar sin que nadie le hiciera caso. Yo se lo hice. Me quedé mirándola, como una liebre pillada in fraganti por los faros de un coche. No había ni el menor indicio de que por la vía de este otro tren en miniatura, junto a la que estaba colocada la señal, fuera a pasar ninguna máquina. Pero yo la obedecí, un poco embrujada. Me paré. Escuché. Miré. Y eso es lo que sigo haciendo, desde entonces. Cuando noto que me estoy empezando a desconectar de la realidad, sea cual sea, si realidad física que me rodea, o la subjetiva que destilo; cuando eso pasa por negligencia mía, y no porque yo haya decidido que me toca quedarme en Babia, entonces esas palabras portuguesas vuelven a gritar en mi cabeza. Y así recuerdo que aquella tarde escuché el rugido de un avión colgado bien bajo en el cielo, tan cerca de mi oreja que parecía uno de mis pendientes. Y que miré fijamente, una luz como de pecho de pavo real sobre la marisma, y los canales retorcidos y la sensación de estar en un tiempo en el que la tierra acababa de diferenciarse frágilmente de los mares. Ahora todos esos recuerdos y esas sensaciones están cifradas en las pocas palabras de mi señal-despertador. Y hace un año me parecieron un lema perfecto para lo que intuía que quería transmitir con el blog.







4 comentarios:

  1. ¡Yeah! ¡Parabéns!

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  2. FELIZ CUMPLEAÑOS BLOGUERO!Yo, entonces, llevo casi un año picada a él, desde que tu prima Mariajo me lo enlazó en un correo.
    Me alegro de haberlo encontrado, me encanta lo que leo y me siento muy identificada con las cosas que sientes...algo así como la observación de nuestro propio crecimiento.
    También me alegro mucho de que gracias a él haya retomado el contacto contigo.
    QUE SEAN MUCHOS MÁS BLOGUICUMPLEAÑOS!
    Besos!
    Laura
    PD.: Y algún año de estos me pondré en serio con lo del nick.

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  3. Queriditos míos, tengo que puntualizar: el verdadero cumpleaños es el día 16. Ahora mismo celebramos el aniversario de los preparativos. Una, que es mu gitana.

    Besos y gracias, hermosotes. (Laura, estás perdonada por lo del nick)

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  4. Anónimo entre comillas08 octubre, 2012 23:13

    Vaya, vaya, así que también nació un día 16; pues seguiremos celebrando juntos los cumplemeses. Él, tan estupendo...
    Veo las otras fotos que barajaste y ya no me encajarían igual que la elegida y eso que la de la entrada en Venecia me ha traído aquél momento como si fuera entonces.
    Espero que siga caminando pasito a paso. Yo lo seguiré viendo crecer, como a ti...

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