Hace
un año...Pero qué pequeña era yo hace un año. Hacía las cosas
con cierto descuido, como ensayando, guiándome por el mapa de mis
ventoleras diarias. Exactamente igual que ahora, por cierto. A veces
me gustaría tener un cerebro de ingeniero, y levantar mis proyectos
con orden y pulcritud, conociendo en todo momento sus pilares
básicos, o hacia qué meta debería encaminarse todo mi esfuerzo.
Eso significaría, también, saber en cada momento lo que quiero y lo
que me mueve, pero, francamente, cuando empiezo algo, casi siempre me
limito a corroborar el pálpito de un deseo. Quiero hacer algo. No me
cuestiono seriamente por qué. Lo hago. Y las causas que se escondían
tras ese pálpito van brotando conforme la cosa se hace. Sí, estaría
bien trazar esquemas, levantar maquetas, tener diagramas mentales
claros, pero la verdad es que con el método ensayo-error me voy
apañando. Tampoco creo que se pueda vivir de otra manera.
Así
es cómo, hace ahora un año, empezó esta aventura del blog. Yo
quería uno. Por qué, entonces no lo sabía muy bien. Ni me
importaba. Yo quería un blog. Leía unos cuantos, me enamoraban de
otros pocos, sus ritmos, su aire de intimidad, y todo el juego de
empatía y diálogos que de ellos brotaba. Quería uno de esos blogs
para mí, mamá. ¿Para materializar mi vocación un poco ambigua de
escribir, para encontrar un espacio donde compartir, para darle coba
a mi ego? Sigue sin importarme. El caso es que, sin poner demasiado
énfasis en lo que de ello podría resultar, un día empecé a
acondicionar este nidito, siguiendo el mismo programa de quien deja
divagar el boli sobre un papel en sucio, mientras habla por teléfono.
Me encontré con una hora de sobra, y me puse a juguetear con la
plantilla de Blogger, así, en plan hipotético. A ver, si yo tuviera
un blog, le pondría esta letra, no, ésta, y sólo dos columnas,
para que no se viese abigarrado. Simple y sin efectos especiales. Lo
siguiente fue pensar un nombre, pero esa historia ya la he contado. Y
después empleé otra rato muerto haciendo manualidades: rebusqué
entre las fotos guardadas en el ordenador, las recorté o las estiré
como si fueran chicle, me entretuve cambiando brillos y saturaciones,
y después las fui probando en mi plantilla de prueba. Entonces el
juego empezó a ponerse un poco serio. Subí mi apuesta: escribí un
texto, un poco borracha de adrenalina y, sin apenas pararme a pensar
en lo que eso significaba, le di al botón de publicar. Hace casi un
año de aquello.
Así
que hoy se me ha ocurrido enseñaros las carátulas que deseché a
favor de esa que veis encima de tanta palabra. Un pequeño homenaje a
mis días de juego. O una especie de DVD extra con todas las escenas
descartadas de esta película. ¿Sería diferente ahora el tono de lo
que leéis, si hubiera optado por cualquiera de ellas?
Ay,
amiguitos, qué imagen tan densa, cuánta historia encriptada en unos
globos y unos rayajos de luz. Claro, esta foto fue tomada desde un
coche, y yo ya había escogido el nombre del blog, así que parecía
bastante convincente. Además me agradaba su juego de colores, su
agilidad, y el contraste de la expresión de movimiento con la
palabra “durmiendo”. Me hacía pensar en excursiones nocturnas.
En toda la vida secreta e inasible que nos pasa mientras dormimos. En
esa vieja sensación de seguridad un poco temeraria que implica
quedarte dormido en un coche. Y me gustaba la tipografía como de
máquina de escribir de Jack Kerouac. Sólo que en ese coche nunca
hubiera estado lo bastante relajada como para dejar mi vida en manos
de quien conducía. Al piloto le molestaba todo, la noche en que esa
foto fue tomada. La lluvia sobre el parabrisas. Las maniobras de los
demás conductores. Mi silencio o mis palabras. Que yo no hubiera
tomado aún ninguna foto de su ciudad. Que sacara mi cámara e
hiciera esta. La verdad es que no me pareció un buen augurio.
Más
movimiento. Esta vez un tren. Nada que objetar respecto a su
maquinista. Amo los trenes. Ya es un tópico más, el placer que
provocan los viajes en tren, pero esta vez yo le rindo pleitesía.
Tienen esa hibridez, el paisaje que se desliza sin estridencias junto
a ti, combinado con el aire de la salita de estar donde tu abuela te
coge el bajo de los vaqueros, mientras tú le cuentas lo mucho que te
mola la universidad. Apunto ese símil como principio filosófico de
este blog. Más lluvia. Siempre es seductor, cuando las gotas se
deslizan por el cristal. Aunque el islote que tengo a mi izquierda me
haga imaginarme algún cayo antillano, el tren está a punto de
entrar en la estación de Venecia. Es un buen punto de partida
literario, ese lugar donde todos los elementos, tierra, agua, cielo,
se mezclan.
Pare.
Escuche. Mire. Nunca una orden, ni siquiera las de mi madre, me
pareció tan perentoria. Una tarde, rodeando las murallas de Faro, me
topé con esta señal acostumbrada a gritar sin que nadie le hiciera
caso. Yo se lo hice. Me quedé mirándola, como una liebre pillada in
fraganti por los faros de un coche. No había ni el menor indicio de
que por la vía de este otro tren en miniatura, junto a la que estaba
colocada la señal, fuera a pasar ninguna máquina. Pero yo la
obedecí, un poco embrujada. Me paré. Escuché. Miré. Y eso es lo
que sigo haciendo, desde entonces. Cuando noto que me estoy empezando
a desconectar de la realidad, sea cual sea, si realidad física que
me rodea, o la subjetiva que destilo; cuando eso pasa por negligencia
mía, y no porque yo haya decidido que me toca quedarme en Babia,
entonces esas palabras portuguesas vuelven a gritar en mi cabeza. Y
así recuerdo que aquella tarde escuché el rugido de un avión
colgado bien bajo en el cielo, tan cerca de mi oreja que parecía uno
de mis pendientes. Y que miré fijamente, una luz como de pecho de
pavo real sobre la marisma, y los canales retorcidos y la sensación
de estar en un tiempo en el que la tierra acababa de diferenciarse
frágilmente de los mares. Ahora todos esos recuerdos y esas
sensaciones están cifradas en las pocas palabras de mi
señal-despertador. Y hace un año me parecieron un lema perfecto
para lo que intuía que quería transmitir con el blog.
¡Yeah! ¡Parabéns!
ResponderEliminarFELIZ CUMPLEAÑOS BLOGUERO!Yo, entonces, llevo casi un año picada a él, desde que tu prima Mariajo me lo enlazó en un correo.
ResponderEliminarMe alegro de haberlo encontrado, me encanta lo que leo y me siento muy identificada con las cosas que sientes...algo así como la observación de nuestro propio crecimiento.
También me alegro mucho de que gracias a él haya retomado el contacto contigo.
QUE SEAN MUCHOS MÁS BLOGUICUMPLEAÑOS!
Besos!
Laura
PD.: Y algún año de estos me pondré en serio con lo del nick.
Queriditos míos, tengo que puntualizar: el verdadero cumpleaños es el día 16. Ahora mismo celebramos el aniversario de los preparativos. Una, que es mu gitana.
ResponderEliminarBesos y gracias, hermosotes. (Laura, estás perdonada por lo del nick)
Vaya, vaya, así que también nació un día 16; pues seguiremos celebrando juntos los cumplemeses. Él, tan estupendo...
ResponderEliminarVeo las otras fotos que barajaste y ya no me encajarían igual que la elegida y eso que la de la entrada en Venecia me ha traído aquél momento como si fuera entonces.
Espero que siga caminando pasito a paso. Yo lo seguiré viendo crecer, como a ti...