domingo, 21 de octubre de 2012

Y al séptimo día...


Hechos incontestables:

  • Como los últimos comentarios que he recibido se refieren a entradas de hace dos o tres, o mil, días, deduzco que parte de mi fiel público no lleva los deberes de lectura al día.

  • Las dos últimas tienen una longitud bastante apañada, y comprendo que sois gente madrugaora y atareada.

  • Tengo la carne de debajo de las uñas seriamente perjudicada, porque esta tarde no se me ha ocurrido memez mayor que pasármela, atención, pelando castañas. Que la sociedad necesita el advenimiento de un segundo Darwin es otro hecho incontestable. Un espíritu vigoroso que sea capaz de encontrar sentido ecológico al hecho de que algunos de los frutos que nos dona la Madre Naturaleza odien al ser humano con toda la fuerza de sus polifenoles y sus cloroplastos: las calabazas, los chumbos (que, por lo que a mí respecta, se pueden extinguir: no seré yo la que disperse sus semillas por la red de aguas negras de Granada), las testarudas castañas.

  • Y, sin embargo, qué par de horas triviales tan dulces. Por la tele remolonean un puñado de jugadores de basket rojos y turquesas, sobre un fondo amarillento que, colándose por los márgenes de mi visión, me parece el resplandor de una chimenea. Escucho música con los auriculares puestos, el cuchillito dando puntadas sobre la piel árida de las castañas, y no me cuesta imaginarme dueña de una vida antigua: una casa donde no suenen más vecinos que mochuelos y un gallo, y dentro de ella, una actividad cualquiera, escribir, amar, mirar, encarada siempre de manera pausada y atenta, como si fuera bordadora. Por el balcón entra esa luz de después de la lluvia que a esta ciudad le sienta como un orgasmo. Me la bebo, tengo que bebérmela, antes de que el funesto cambio de hora de la semana que viene apure por mí el vaso. Y la Sierra...Tendríais que verla. Tendríais que sentir este asombro de niña chica que a mí, con mi sangre salada de costa, me causan siempre las primeras nieves.

  • De once a cuantro he estado zascandilenado entre encinas timidotas y pinares. Creo que mi cerebro y mi espinazo se merecen un descansa.

  • Y, lo más importante, Jose ha decidido preparar menestra para la cena, y teniendo en cuenta que su destreza culinaria más desarrollada es abrir latas de caballa, se está requiriendo mi ojo avizor en la cocina.



Visto todo ello, amiguitos, esta menda deja para mañana el post que había empezado a las 20:00 de la tarde de otro domingo gozoso.

2 comentarios:

  1. Mujer de poca fe,confia en tu hombre.

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  2. Hija mia cuentame como quedó esa menestra.

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