miércoles, 29 de agosto de 2012

Que viva la separación de bienes

Querida gentuza alérgica al comentario:

Escribo estas breves líneas para informarles de una noticia que nos hace muy felices a Jose y a mí. Después de más de un año buscando la parejita, por fin la hemos encontrado, en ese París de los nuevos tiempos que es el Mediamarkt. Ahora podemos afirmar que, definitivamente, hemos pasado al segundo estadío de Escenas de Matrimonio: ya no compartimos cerveza ni cepillo de dientes ni ordenador. A partir de mañana, coincidiremos, como mucho, en el desayuno/almuerzo/cena y, si los jefes nos regalan buenos cuadrantes, durante las horas de trabajo. El resto del tiempo cada uno se recluirá en una de las dos habitaciones de nuestro hogar (dormitorio y todo-lo-demás), y permitirá que su atención sea engullida por su respectiva e intransferible pantalla. Se acabaron los regateos tipo “vale, escribe tu dichoso post a la hora de la siesta, que a mí me toca la custodia del ordenador después de la cena. Me lo pienso llevar a ver un interesantísimo documental sobre la dura adolescencia del general Noriega”. Se acabaron los morritos y refunfuños y los merodeos con mucho suspiro y ninguna palabra en torno a la cama que uso como escritorio Se acabaron las disputas sobre quién fue el último en darle de comer a la criatura. Se acabó la necesidad de poner caritas de pena a la hora de hacer el equipaje, y la manera en que me autosugestionaba para aceptar que sí, que lo lógico es que el ordenador no se viniera con nosotros de viaje, que luego ya se sabe, los aparcamientos dudosos, y nuestra tendencia morbosa a convertirnos en víctimas de atracos automovilísticos, y la temperatura de incinerador del maletero, y la cantidad de trastos, y la incompatibilidad espacial entre su bolsa y la de los zapatos. Se acabó el pavor de bajar unas escaleras con el ordenador en brazos. Se acabó la certeza de que todas mis fotos y mis textos terminarán siendo devorados por el ataque de un virus norcoreano, contraído en algún oscuro blog poblado por japonesitas en biquini o friquis del basket. Se acabó para siempre, oh no, esa excusa tan socorrida, a la hora de saltarme el entrenamiento en el teclado, de que el ordenador con el que escribo es un bien ganancial y, por tanto, es obligación mía compartirlo.

A partir de mañana, cada uno hará lo quiera cuando le plazca. Dejaremos de ir de la mano por las sendas del ciberespacio. Nos haremos menos caso y viviremos en un entorno virtual plácido. Cualquier día, quizás, puede que nos encontremos de casualidad en una página de contactos, y que, por detrás del apodo de Atlética Pechugona, yo reconozca sus chistes a lo Monty Phyton, y que él sepa de inmediato qué cara y qué culo tiene la persona que se hace llamar Mark Spitz me copió el bigote. Cualquier día, cuando él caiga por fin en las garras de Facebook, yo colgaré el menú semanal en su muro, y él le dará al “Me gusta”, o comentará “Me sale ya la quinoa por las orejas”. Y mañana mismo, al escribir, me despistaré todavía más buscando las diferencias sutiles entre el murmullo de un teclado y otro. No echaré de menos a mi primogénito, porque, como madre, tengo tan poco apego a mis crías como las águilas perdiceras a sus pollos ya criados. Lo mismo me da que el ordenador que utilizo se llame Pepe o Paco. No me parezco a esos escritores que se asfixian con su propia pajarita cuando la pluma preferida, la irreemplazable, la que le regaló su padrino para la primera comunión, esa con la que escribió el Primer Premio de Novela Retuerta del Bullaque, se despunta. Qué va, yo podría escribir con el teclado de un móvil de hace siete años, y sobre la arena de zonas intermareales.

Así que no voy a honrar a este querido cacharro con un entrañable y lírico post de despedida. Me voy a acostar, que la reproducción tecnológica es una cosa que cansa mucho. Y, además, mi Jose quiere intoxicarse con otro documental.


4 comentarios:












  1. Pero que gracia tienes,puñetera!.






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  2. monseñor Gerardi03 septiembre, 2012 01:14

    !ja, ja, ja¡ Se me caen las pecas de la risa. !ole¡

    No soy un friki ¿verdad que no?

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  3. ¡Así que ordenador nuevo! Bienvenido a la familia. (Aunque no deja de ser un electrodoméstico más.)

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  4. Rozas el frikismo con gracilidad, Monseñor.

    Bubo, tranquilo: yo soy lo contrario de la mitomanía escrituril.

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