Abro la maleta, y me salta a la cara un
pajarraco de molicie. Lógico. Granada, a mediados de agosto, tiene
el aire de un hipotético cuento de Bioy Casares, ese en el que los
ciudadanos se echan un día a dormir la siesta, y ya no despiertan
más, y el héroe, insomne y con un ejemplar del Ideal de hace
cuatro días, sale a la calle, no importa la hora, las once de la
mañana, la del vermú, las ocho de la tarde, y al principio saborea
con placer el hecho de no ver un alma, un coche, ni siquiera una
cucaracha, hasta que el placer se torna hiel, porque no encuentra ni
un solo bar donde matar la sed en cuya persiana metálica,
cabezonamente bajada, no cuelgue un folio con la leyenda “Cerrado
del 11 de agosto al 3 de septiembre”, y porque la suya, ahora lo
ve claro, es una soledad de mausoleo. El héroe recorre las avenidas,
haciendo equilibrios sobre la línea que separa los carriles de ambos
sentidos. Sube a la Alhambra, y se aburre de contemplar los mocárabes
en primerísimo plano, sin que ningún guardia jurado le llame la
atención, ni ningún turista genovés le sople un aliento con eterno
olor a pesto en la nuca. Vuelve a su casa, un poco nostálgico: los
coches sobre los que habitualmente descarga su ira no rugen hoy a su
lado. Sin gente, sin coches, sin bares, ¿qué ciudad es esta?
¿Cuánto tiempo ha estado dormido, que han evacuado el lugar sin que
él se diera cuenta? ¿No hay algo diabólico en esta paz
recalentada? ¿No será, acaso...?
La molicie, que me ha infectado el
equipaje. Y mi bipolar sistema inmunitario es bastante susceptible a
ella. Así que, recién llegada a Estepona, con el aroma de los
jazmines cayéndome a chorro, como rociado por un aspersor, sobre la
coronilla, la panza llena de uvas y óvulos indisciplinados, los
grillos hipnóticos, ¿cómo me las apaño para componer algo
medianamente sensato? ¿Sería posible que nos contentáramos todos
con una de esas listas mías, maníacas y sumamente insensatas, con
las que a veces trato de rastrear y explotar al máximo unas
capacidades que todavía no tengo? ¿Podría conjurar el Coma
Dantesco con una enumeración de las habilidades que me gustaría
llegar a desarrollar, una vez que la hoja de agosto en el calendario
pase a la bolsa de papel para reciclar? Teniendo en cuenta que
estamos todos dormidos, podría, claro que podría.
Así
que paso a modo coaching
psicópata (“El coaching consiste en
liberar el potencial de las personas, para que puedan llevar su
rendimiento al máximo. Gracias,
Mr. Wikipedia),
y me descuelgo con esta
LISTA
DE 30 NUEVAS HABILIDADES QUE ME GUSTARÍA LLEGAR A DESARROLLAR:
1.
Hacer yoga, porque amo la manera musical en que se mueven sus
adeptos, y esos muslos magros, en forma de huso, y esa sonrisa
propia de quien nunca ve el telediario.
2.
Me gustaría practicar alguna burrada brutalmente física, como
hacer windsurf o escalar. Lo favorecidas que se verían mis curvas
con un neopreno.
3.
Bucear. Por idéntica razón. Y por tener excusas para ir más a
menudo al Cabo de Gata.
4.
Nadar largos sin cuento, y poner un póster de Michael Phelps en la
taquilla de mi piscina, porque es uno de esos feos, como Pau Gasol,
que me excitan el hormonaje.
5.
Correr al menos un kilómetro seguido.
6.
Bailar bien-bien-bien. Lo que en mi diccionario significa:
“armónicamente y sin cohibiciones”.
7.
Descoyuntarme todas las articulaciones a fuerza de capoeira. Jujuju,
rían conmigo.
8.
Quiero comprarme una cámara de fotos de esas que usan las tías
buenas que van de creativas por la vida, aunque sólo fuera para
aprender a guiñar. Que soy el hazmerreír de la humanidad.
9.
Y pintar a acuarela, pintar sobre telas, aprender a aplicarme
eyeliner
sin puntos suspensivos. Volverme adicta a las papelería técnicas y
trabajar con colores, amiguitos.
10.
Lo he dicho tantas veces que empiezo a resultar vomitiva, pero
quiero aprender a montar a caballo.
11.
Estudiar las técnicas de montaje culinario precisas para que mis
comidas dejen de presentar el aspecto de haber sido arrojadas al
plato por una hormigonera.
12.
Convertirme en una perfecta enrolladora de sushi, y saberme de
carrerilla la lista de las mil especias que componen el curry
(mientras coloco grácilmente los bracitos en postura Bollywood)
13.
Necesito aprender a hacer tortillas de un palmo de grosor para que
mi alma en pena cocinera recobre la paz.
14.
Hablar portugués, para chulear a esos malditos hijos de Viriato a
los que no se les entiende ni un rabaninho.
15.
Quiero coser. Más repetido que el ajo, también.
16.
Y diseñar ropitas tan monas que las niñas monas me saquen fotos
con sus cámaras reflex, y me entrevisten en sus monísimos blogs, y
las visitas de este suban como la espuma de la cerveza irlandesa.
17.
Y hacer punto, porque las tiendas de lana son una especie de mullida
cueva de Alí Babá, y porque el ruidito de las agujas me reconforta
como una nana cantada por el Dalai Lama.
18.
Y ya que estamos, meditar. Porque a veces hay más ruido en mi
cabeza que en Tele Cinco.
19.
Planchar. Puaj.
20.
Ordeñar. Está por ver con qué ser vivo podría hacer yo dichas
prácticas.
21.
Cultivar un huerto ecológico. O al menos un mini-huerto
bidimensional de mini-balcón. O al menos unas poquitas macetas de
hierbas aromáticas y tomates cherry.
22.
Cortarme el pelo yo solica. Mi peluquera en funciones y yo cada vez
nos parecemos más a Jack Lemmon y Walter Matthau.
23.
Cargar pesos pesados y abrir frascos de conserva, como una Popeye
transexual.
24.
Cuidarme los pies co-ti-dia-na-men-te.
25.
Aprender de fontanería, electricidad y bricolaje. Esta vocación
mía por la autosuficiencia, ¿no empezará a rozar el pecado de
vanidad?
26.
Hacer un buen fuego de chimenea y de barbacoa. Mis hermanos
forestales podrían condenarme al ostracismo si se enterasen que no
sé hacerlo.
27.
Hacer panes y magdalenas a los que no se les cayese, fuera del
horno, el alma a los pies.
28.
Pensar y responder con agilidad.
29.
Escribir entre cena y medianoche sin perder calidad de sueño.
30.
Y muscular mi imaginación, para ser capaz de escribir ficciones con
asiduidad.
Te apoyo en todas (comparto muchas de ellas), pero, con fervor, en la 1 y la 18 (!!!!). Te encantará!!!. Y no necesitas dotes especiales de flexibilidad, sólo disposición y ninguna expectativa.
ResponderEliminarBesos mil!
Laura
Vamos a ver:Te acompaño con lo del baile,pero que sea danza del vientre,que ya sabes que nos gusta.Lo de la cámara,ya te dije que yo tampoco se guiñar,y:Que chula soy,la tengo.Para que tus platos queden perfectos,ya sabes:la thermomix,además hace unos panes y una magdalenas,que te ca...Y coser:porfa,yo te enseño,pero...¿en tu casa ó en la mía?.¡ah!,yo también quiero aprender lo del punto,también me encantan esas jorobadas madejas...Lo demás,poco a poco.
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