viernes, 3 de agosto de 2012

Como quien se pinta las uñas de los pies



Pintarse con primor las uñas de los pies es una cosa tan difícil y prescindible que parece un arte. Si eres una neófita, si la elasticidad de tu columna vertebral dista de ser la de Nadia Comanecci, si tienes el pulso de un neurocirujano borracho, si tus gafas de chica lista se columpian por la nariz y te amenazan con la ceguera, entonces date por guarreada. Lo bueno del asunto es que este es un arte tan íntimo como el de las cuevas del Paleolítico. Tus pies, bendito sea el bipedismo, acaparan la misma atención del prójimo que la que pone Rihanna en los consejos de los estilistas. Lo mismo da si en las uñas llevas la Capilla Sixtina o un gotelé practicado por monos cocainómanos. Nadie va a darse cuenta del timo. Los pies son la parte más recóndita e inadvertida de tu cuerpo, mucho más que tu paladar o tus cosillas sexuales. Nadie va a acercarse lo bastante a ti como para apreciar las bondades/maldades de tu pedicura. Y si lo hace, créeme, no me parece que en ese momento esté para la crítica artística. Y si lo está, créeme, se merece una patada con uno de esos dulces pies tuyos de prostituta vieja. Así que el acto de pintarse las uñas una misma es primo hermano del onanismo. Con perdón, mamá. Tú mete tus mal pintados pies en unas sandalias bonitas y sal a la calle. Cuando estés sentada en la terraza, aspirando el fresco de la noche como si acabaras de descubrir el oxígeno, hasta tú te creerás tu propia falsificación. Oh, oh, ¿pero cómo me han salido estos pies de Rita Hayworth?, te preguntarás. Tú, que aborreces las uñas pintadas tanto como un talibán, hazlo por primera vez, date un paseo, y luego límpiate el esmalte. ¿No te parece, ahora, que el color es el estado natural de las uñas? ¿No te da de repente la sensación de que esos pies enfermizos que tienes al final de las piernas podrían asomar por cualquier litera del Anatómico-Forense?

Esta tarde, mientras me pintaba malamente las uñas de los pies, pensaba que eso que estaba haciendo, esa actividad de resultado dudoso, perfectamente trivial, pero en la que a pesar de su propio vacío, te concentras como un astrofísico, se parece bastante a escribir sin tema, un día de verano. Sé que voy a salirme de los márgenes de la buena escritura, que voy a ensuciar de tontunerías vuestro exquisito gusto literario, que este va a ir de cabeza a la categoría de “El post más lamentable jamás perpetrado”, pero no me importa mucho, la verdad. Yo le doy a las teclas, escucho su vocecita de carcoma bondadosa, y aunque sepa que hoy no voy a arrancarle a nadie una sonrisa de reconocimiento, sigo y me aplico, la punta de la lengua asomando entre los dientes, alegre como los bienaventurados. Sigo sin mí misma, olvidada de mis ambiguos conceptos sobre lo que es bueno o malo.

¿Y qué puedo decir en un día de verano en el que no salí de la casa idílica de mi padre más que para ir a la playa o al Carrefour? ¿Qué puede decir uno cuando tiene el sencillo silencio en la punta de la lengua? Dentro de una semana apenas si recordaré que este fue uno de los días en los que me sentí más de acuerdo con mi propia vida. Tendré un sabor como de leyenda pasada de moda en la boca, y no sabré nada de su procedencia ni de los ingredientes que la conformaban. Con el vicio de la complejidad inserto de nuevo en la sesera, no se me ocurrirá pensar que esos ingredientes fueron tan de andar por casa como el pan y el queso. Porque hoy, bueno, no ha pasado nada de lo que siempre supongo que tiene que pasar, cuando busco mi vocación y mi rumbo más allá del alcance de mi mano. Hoy, sin más diálogo que la chanza con mi padre y los arrumacos telefónicos. Hoy, sin proyectos ni escapadas. Hoy, sin más menú que un gazpachito verde y un muslo de pollo. Hoy sin metáfora ni trama. Hoy. Se me llena la boca. Me chorrean jugos frutales, barbilla abajo.

Hoy: vi el mar, tan liso y tan gris, y me maravilló que la imaginación humana, insuficiente cuando se trata de enderezar la vida parda de todos los días, haya sido capaz de darle cuerpo a imágenes tan bonitas como el estanque de mercurio de los palacios árabes.

Hoy: miré a mi alrededor, y me hice la siguiente declaración: qué está pasándole al Homo sapiens, cuando una treintañera culta se conforma con que un tío no tenga barriga para considerarlo sexy, más allá de su tamaño, edad, armonía facial, densidad capilar, dedos de frente o humor.

Hoy: colé tofu y tampones en la cesta de mi padre. Hoy: no perdí en ningún momento la paciencia ante sus indicaciones de cómo se supone que se conduce académicamente un automóvil. Hoy: me salió un menú para tres días con una agilidad de premio Nobel.

Hoy: otra tarde de siesta abortada por culpa de un libro.

Hoy: escuchando sobre la cama la saña con la que un óvulo fatalista se agarra a su nidito en el ovario, como si ahí adentro hubiera intuido su triste destino. Hoy: (ahora que mi madre está en el pueblo y, cuando vuelva, se meterá tal empacho de articulillos que ni cuenta se va a dar de los detalles mínimos) vuelven a cautivarme los caprichos de mi cuerpo, que siempre ha llevado sus maquinaciones reproductoras a la velocidad desquiciada de Wall Street, como si quisiera acelerar la menopausia y, de repente, descubre las bondades de la calma. Hoy: me pregunto si la semilla del diablo o del santo espíritu dará positivo en un test de embarazo. Hoy: se puede tocar batucada en mi bajo vientre. Hoy: ante vuestras sospechas, sólo contesto, como la añorada Amy, NO-NO-NO.

Hoy: la cueva de Alí Babá en el congelador de mi padre. Yo no vi ser humano más galgo. La joya del tesoro: un helado de yogur y frutas del bosque con el que me casaría, si el partido en el gobierno consintiera en semejante forma de matrimonio.

Hoy: mis uñas color “el amor es de color frambuesa”. Hoy: escribir exaltada y sin objeto. Hoy: embriaguez de jazmines y aire amable. Hoy: la vida como una broma de la que uno no se cansa. Hoy: gracias gracias gracias.

2 comentarios:

  1. Anónimo entre comillas04 agosto, 2012 22:13

    Pues sí, por aquí -aquí abajo- hay alguien a quien le arrancas siempre, siempre, siempre, una sonrisa de reconocimiento. Porque eres capaz de escribir sobre cómo no te ha pasado nada especialmente contable y hacerlo tan bien que es un placer leerlo.
    Casi me he tomado como algo personal ese, seguro que impersonal; "tú, que aborreces las uñas pintadas tanto como un talibán..." No, si terminaré probando...
    Hoy, desde este pueblo tuyo y mío en el que todo me resulta familiar y la vida muy fácil, pero que a veces, al caminar por sus calles, lo siento más ajeno que una isla perdida cerca del Círculo Polar.

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  2. Peeeero,esto es cosa de magia, o qué? Cospedal da el internel gratis y por telepatía? ¿Es que te has echao a la moda del smarfón?

    Perdona que te corrija, querida: personal, muy personal. Me gustan tanto tus comentarios que vamos a tener que firmar el blog a medias

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