domingo, 19 de agosto de 2012

Alfabeto de un día de verano (II)


(¿Cómo dices? ¿Que la J está antes que la K y la L en el alfabeto latino? ¿Seguro? A ver. Abecedeeefegehacheielejotaemeka...No, no. Abecedeeefegehacheijotaelekaeme...Jo. Abecedeeefegehacheijotakaeleeme...No, sé, no me suena. Bah, paso. Como sea.)

  • Juramento: a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a decir de este helado de yogur y frutos del bosque no comeré.
  • Medusa: desde las calas de Nerja al hedor pijo de Sotogrande, por todo el litoral sube y baja la palabra, como una ola. La única ola de toda la playa, en el enésimo día de calma chicha. Medusa, MEDUSA, medusa, medusa, jelly-fish, aguaviva, медуза, medusaaaaa. ¡¡¡Papá, papáaaa!! ¡Ya llevo cuatro!! Hasta este verano, yo nunca había visto a niños con cazamariposas en la playa. Hoy he visto manadas de ellos, empuñando sus armas de colores fluorescentes, los aficionados, de colores discretos, los auténticos mercenarios, dirigiéndose a la orilla con una única ceja, dispuestos como marines a librar a la humanidad de esta última plaga bíblica. ¡Trece, papá! He visto cómo, tras capturarlas, humillaban a sus víctimas: un círculo de niños, de madres, de abuelos, de primos, rodeando a los cubitos convertidos en celdas de alta seguridad para las medusas, que, ante todo, deben permanecer con vida, sometidas al escarnio de la ciudadanía en bañador. Hoy he visto Guantánamo en la playa. ¡Veintiséis! Sin que yo me dé cuenta, el asco y el temor se convierten en fascinación. Nadie juega a las paletas, no se hojean revistas, no se pasea por la orilla, no se miran de reojo las tetas vecinas, nadie, por supuesto, se baña. Hoy sólo se contempla un retorcerse agónico dentro de los cubos de Bob Esponja, y se repite, como si fuera una letanía milenarista, medusa-medusa-medusa.
  • Necesidad: ninguna más que comprar agua embotellada. Mientras que haya higos, y tenga los pies sanos para acercarme a la playa. Podría renunciar hasta al módem de mi padre, y a la batería de mi portátil.
  • Olores: no importa que España termine siendo rescatada por la raza aria. No importa que Estepona se subiese hace veinte años al carro del progreso urbanístico, de las divisas de color incierto, de los acogedores campos de golf, de los chiringuitos con masaje a pie de arena. El lugar donde he pasado más años en mi vida será siempre un pueblo, a pesar de sus 65000 habitantes, y siempre olerá a barcas donde se quema carbón y a sandía salada, a espeto de sardinas.
  • Puerto Banús, Pesadilla Pornográfica: se pasean con el borde de su falda, por llamar de alguna manera a ese jirón de tela elástica, a ras de nalga. Con las tetas globosas, ofrecidas en bandeja, tres centímetros por debajo de la nuez de Adán. Como si fuera lo más normal del mundo. Se pasean con un traje de lana con estampado de cebra, y un fular con estampado de cebra y unos zapatos con estampado de leopardo y más arrugas en la cara que en toda la superficie de Marte. Se pasean en parejas, con la piel de un color marrón impropio de cualquier raza humana, y el polo rosa de él a juego con la flor de las chanclas de ella, unas chanclas que valen más que todo el contenido de mi armario, y que yo juraría haber visto en los chinos. Se pasean con túnicas blancas y anillos en todos los dedos de las manos, gafas de sol que parecen cascos, y el rostro como lavado rutinariamente en formol. Se pasean con la boca abierta, babeando, haciéndose fotos delante de los Jaguars y de los yates. Como si todo esto fuera normal.
  • Queja: sólo esta. En serio, que vengan los etólogos en tropel a este punto del planeta, que lo de las chicharras y las medusas tampoco es normal.
  • Resurrección: a veces yo también babeo. Despierto de la siesta con un charquito de humedad en la almohada, y las fibras musculares deshilachadas. No voy a ser capaz de levantarme de la cama. ¿Y decís que aquel buen señor, después de una cena opípara, una paliza sádica en la cruz, y una poquita de muerte, resucitó a los tres días y se levantó tan fresco como una manzana del Opencor? Por cosas así renegué de mi bautismo.
  • Shorts: sí, ¿y qué? Lo he hecho. He claudicado. Yo que tanto porfié. Yo que vomitaba ante el paso de otra cuadrilla de piernas desnudas, y otra, y otra. Pero también tú dijiste que de ninguna manera, ¿tú, un teléfono móvil? Jamás. Y tú también juraste que nunca volverías a catar la rúcula. Pues yo me he comprado unos minishorts. ¿Algún problema?
  • Teléfono: ¿y cómo lo hacíamos antes, cuando íbamos al instituto, y la idea de ir con un teléfono en el bolso nos habría parecido tan peregrina como el viaje a la Luna de Julio Verne? Cuando nos sabíamos los números respectivos de nuestras casas como si los nazis nos los hubieran tatuado en las muñecas. Cuando te llamaba al fijo, y nadie descolgaba el teléfono. Cuando mi llamada no se quedaba registrada en ningún aparato. Cuando no dependíamos de la cobertura como del oxígeno. Cómo hacíamos para quedar todos los días.
  • Una (de la tarde): hora crítica en la que la voluntad y el vigor humanos vacilan. Llegas de la playa, con menos tensión en el cuerpo que una película armenia, y, vale, haces un poder, enjuagando el biquini y colgando la toalla. Pero, cuidado, no mires al acogedor sillón orejero. Pasa por delante, rápidamente. Ponte cera en los oídos, para no escuchar sus cantos de sirena. Y por lo que mas quieras, no te sientes en él. Si lo haces, estarás perdida. No serás capaz de recuperar la verticalidad. No comerás. Te mearás encima. Se te abrirán llagas en el culo. Vendrán a por ti los servicios sociales (si es que no se los han ventilado ya)
  • Ventana: las hojas grandes, como pay-pays, de la higuera, amarilleando. Un caracol jurásico, seco, sobre las tejas. Las ramas del único eucalipto del mundo al que respeto, moviéndose como bailarinas. Una nevada de jazmines. El gato Vito, haciéndose el muerto de mil maneras, retándome a que baje a dibujar su silueta con tiza.
  • Zanahorias: olvidad todo lo que he dicho sobre la austeridad y el divorcio progresivo con las cosas. Chácharas. No soy nadie sin mi pelador de verduras. Así que pelar a cuchillo zanahorias, y rallarlas, después de lo leído en la entrada correspondiente a la U, es todo a lo que mi auto-exigencia va a poder aspirar, hoy. A partir de esto, flotaré en las aguas de la peor holgazanería complaciente.

6 comentarios:

  1. jajjaja Hola, me he reído mucho leyendo :) y me encanta tu blog, gracias y un saludooo!

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  2. por cierto la foto de cabecera está muy bien... de donde la sacaste?

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  3. Anónimo entre comillas20 agosto, 2012 23:11

    ¿Te parece bonito bromear con eso que empieza por "R"? Pero qué bien lo haces.
    Me encanta que hayas claudicado con los shorts. Es estupendo hacer cosas que una no pensaba hacer nunca, dijo, comiendo un bocadillo de jamón con rúcula mientras enredaba con su teléfono nuevo,con su reciente conexión a internet, porque todavía le cuesta un poquito leer los post de su bloguera favorita en algo tan pequeño...¡Toma!

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  4. Chica acabo de descubrirte.Me gusta como escribes.

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  5. ¡Bienvenido, Manipulador!Muchas gracias a ti. Pues, mira, la foto la he sacado de mi torpona cámara, en un atardecer perfecto en la playa de La Caleta de Cádiz.

    Eh, comillas, tengo que contarte cómo la Ley de Murphy me superó la noche en que estrené mis minishorts blancos. Siento no haber echado la cámara en la maleta. Os perdéis mi tipazo.

    Igualmente bienvenido/a, Anónimo, Igualmente agradecida.

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  6. JAJAJAJAJ!!
    BUENIIIJIMO lo de Puerto Banús!!
    Feliz verano, wappa!

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