viernes, 1 de junio de 2012

Antes de que hablemos por el Skype


Se me han vuelto a adelantar. Debo de ser torpe. Con alguna gente me pasa que puedo tirarme un montón de días con la idea de llamarlas, y justo cuando estoy a punto de hacerlo, son ellas las que deciden ponerse en contacto conmigo. Oh oh. Descuelgo el teléfono, o abro el correo, con una mezcla infantil de sentimientos. Para empezar, me da un poco de rabia que me hayan cogido la delantera. Luego está la vergüenza de confesar que sí, es verdad, juro que iba a llamarte y, por favor, no te rías con esa risa de “jo-jo-jo, que nos conocemos, prima, no me vengas ahora con todo el protocolo”. Pero lo que gana es la sorpresa del cómo es posible, si justo ahora estaba pensando en ti, ¿no te parece un truco de magia esta reciprocidad, un pequeño milagro? He pensado tantas veces en gente que nunca pensó en mí, o que lo hizo antes o después de que a mí eso me preocupara, que me parece una maravilla cuando me encuentro mentalmente con alguien.

Ayer mismo iba camino de casa, desde el trabajo, pensando en ti, y en el post que pensaba dedicarte. Hacía un calor de morir, un inenarrable calor del tipo “esto se merece un reportaje de investigación, porque es verdad que ya no hay primaveras”. El uniforme me bailaba en torno a las carnes como si fuera de escay, y al pasar por el escaparate del Mercadona, vi a un montón de gente subiendo y bajando por sus escaleras mecánicas, dejándose arrastrar, casi al borde de la hipoglucemia, una historia de madrugón y mañanas demasiado largas en cada cara, unos cuantos paquetes de comida urgente en cada cesta. Vi esa pequeña escena de pura rutina, que no sé por qué, sería el calor, me hizo imaginar la Oficina de Registro del Juicio Final, y volví a acordarme de ti. ¿Cómo serán tus correspondientes rutinas, cuál es la historia que nunca me cuentas, cuando nos encontramos, con suerte, una vez al año?

Tu casa en Philadelphia, ¿qué vistas tiene? ¿Qué comida guardas en los armarios de tu cocina? ¿Huele tu nevera a fruta, y quizás a algún mejunje de herboristería? A lo mejor Óscar tiene una especie de estante prohibido, lleno de cosas envueltas en paquetes brillantes, que es para ti lo que la manzana y la serpiente para Eva. ¿Coméis allí, o en el campus? ¿Comidas a fuego lento, o comidas improvisadas con ingenio? ¿Quizás habéis inventado algún plato de fusión colombiano - española? ¿Es posible que hayas encontrado, alguna vez, tocino y costillas saladas para hacer un puchero? ¿Han acabado todos estos años americanos con el ceceo intermitente de tu acento? ¿Te sigue costando la vida levantarte? Mientras espero en el paso de peatones, asombrada por la abundancia casi pornográfica de piernas al aire que la moda del minishort ha puesto en la calle (piernas de mantis religiosa, de elefante, piernas divinas o varicosas), trato de imaginarte. La pelusa que se pega a la suela de tus zapatillas de casa, la rozadura del último par de sandalias que te compraste, porque seguro que eso no ha cambiado, tú nunca tuviste que esperar a pasar de los treinta para que, de repente, todos los zapatos te hicieran daño. Aguzo la vista para ver cómo es el aula donde das clases, y qué foto tienes puesta en el fondo de escritorio de tu ordenador, cuánto duran tus desayunos de domingo, o dónde veis Óscar y tú las series de la CBS, si repantigados en la cama, o recogiditos en el sofá, con la gata celosa haciéndose un hueco entre los dos. Si hacéis escapadas, si os peleáis por a quién le toca bajar la basura. Y desde esta distancia, trato de adivinar si haces algún proyecto para el futuro, si alguna de tus vocaciones ha quedado insatisfecha, si te ves acumulando un año somnoliento tras otro en los Estados Unidos, si te sientes arraigada, si alguna vez, al explicarle a una negra de ciento veinte kilos los ingredientes del gazpacho, te has preguntado qué narices hacías allí.

Todo eso se me pasa por la cabeza, y no puedo evitarlo, me mosqueo un poquito. Porque ninguna de esas preguntas que me hago van a tener respuesta. Pongamos que nos vemos cinco horas completas al año, salpicadas de arena de playa y hierbabuena de mojito (que este verano no probaré ni siquiera contigo, porque están tan asquerosamente dulces). Y eso es un tiempo demasiado corto como para que nuestras mudas y minuciosas rutinas sean desplegadas. Hablaremos de tus compañeros de Departamento, de la depresión en que anda sumido el país del que pudiste escapar a tiempo, antes de que la cola del paro se convirtiera en tu nicho ecológico. Trataré de acordarme, infructuosamente, de los libros que he leído. Volverá a asombrarme tu elocuencia. Quizás escucharé con la cabeza un poco gacha lo que quieras decirme sobre el blog, y quizás me muerda la lengua y me envenene, antes que pedirte explicaciones, como si estuviéramos casadas, por la razón de que nunca, nunca, me dejes un mal comentario. Quizás, al darnos el enésimo abrazo de despedida, volvamos a jurarnos que, esta vez sí, vamos a escribirnos con más frecuencia, y a parlotear por el Skype.

Entonces yo haré el minúsculo recorrido que hay entre la casa de mi madre y el lugar donde siempre nos separamos, con la sonrisa todavía congelada en la cara, y una espinita dulce en el corazón, que dejará de dolerme pronto, porque las dos tenemos ya un doctorado a la hora de despedirnos. Y, mientras recuerdo todas la cosas que me has contado sobre tu viaje a San Francisco, tararearé una canción de Perry Blake que se llama California, y que habla de todos esos lugares soleados donde empezar una nueva vida, y de la misma manera que imagino tu rutina, imaginaré que un día pierdo el miedo al avión y te visito y, en nuestra caravana alquilada, viajamos por el Big Sur, de Henry Miller, y el desierto de Mojave, de Hacia rutas salvajes, y el deprimente Los Angeles de John Fante. Allí encontraremos un tiempo para contarnos nuestras vidas sin atropello, o para inventárnoslas. 

(No encuentro la versión original! Es menos sedante que ésta.)

 

3 comentarios:

  1. Alucíno!hace tres o cuatro dias, tambien yo pensaba en tu amiga, mientras organizaba mentalmente mi almuerzo vegetariano me vino a la cabeza la imagen de sus menús(o es menuses,corrigeme si es así).
    De cuando te visité en Sevilla,en la casa que compartíais.

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  2. http://www.youtube.com/watch?v=1VohnkFfsRQ esta es la que buscabas??un besito hermana, yo sí que hace un millón de años que no veo a la de piladelpia..

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  3. Jope, mi hermana es más manitas que un fontanero polaco. Esa era, sí. Un besoo

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