Se me han vuelto a adelantar. Debo de ser
torpe. Con alguna gente me pasa que puedo tirarme un montón de días
con la idea de llamarlas, y justo cuando estoy a punto de hacerlo,
son ellas las que deciden ponerse en contacto conmigo. Oh oh.
Descuelgo el teléfono, o abro el correo, con una mezcla infantil de
sentimientos. Para empezar, me da un poco de rabia que me hayan
cogido la delantera. Luego está la vergüenza de confesar que sí,
es verdad, juro que iba a llamarte y, por favor, no te rías con esa
risa de “jo-jo-jo, que nos conocemos, prima, no me vengas ahora con
todo el protocolo”. Pero lo que gana es la sorpresa del cómo es
posible, si justo ahora estaba pensando en ti, ¿no te parece un
truco de magia esta reciprocidad, un pequeño milagro? He pensado
tantas veces en gente que nunca pensó en mí, o que lo hizo antes o
después de que a mí eso me preocupara, que me parece una maravilla
cuando me encuentro mentalmente con alguien.
Ayer mismo iba camino de casa, desde el
trabajo, pensando en ti, y en el post que pensaba dedicarte. Hacía
un calor de morir, un inenarrable calor del tipo “esto se merece un
reportaje de investigación, porque es verdad que ya no hay
primaveras”. El uniforme me bailaba en torno a las carnes como si
fuera de escay, y al pasar por el escaparate del Mercadona, vi a un
montón de gente subiendo y bajando por sus escaleras mecánicas,
dejándose arrastrar, casi al borde de la hipoglucemia, una historia
de madrugón y mañanas demasiado largas en cada cara, unos cuantos
paquetes de comida urgente en cada cesta. Vi esa pequeña escena de
pura rutina, que no sé por qué, sería el calor, me hizo imaginar
la Oficina de Registro del Juicio Final, y volví a acordarme de ti.
¿Cómo serán tus correspondientes rutinas, cuál es la historia que
nunca me cuentas, cuando nos encontramos, con suerte, una vez al año?
Tu casa en Philadelphia, ¿qué vistas
tiene? ¿Qué comida guardas en los armarios de tu cocina? ¿Huele tu
nevera a fruta, y quizás a algún mejunje de herboristería? A lo
mejor Óscar tiene una especie de estante prohibido, lleno de cosas
envueltas en paquetes brillantes, que es para ti lo que la manzana y
la serpiente para Eva. ¿Coméis allí, o en el campus? ¿Comidas a
fuego lento, o comidas improvisadas con ingenio? ¿Quizás habéis
inventado algún plato de fusión colombiano - española? ¿Es
posible que hayas encontrado, alguna vez, tocino y costillas saladas
para hacer un puchero? ¿Han acabado todos estos años americanos con
el ceceo intermitente de tu acento? ¿Te sigue costando la vida
levantarte? Mientras espero en el paso de peatones, asombrada por la
abundancia casi pornográfica de piernas al aire que la moda del
minishort ha puesto en la calle (piernas de mantis religiosa, de
elefante, piernas divinas o varicosas), trato de imaginarte. La
pelusa que se pega a la suela de tus zapatillas de casa, la rozadura
del último par de sandalias que te compraste, porque seguro que eso
no ha cambiado, tú nunca tuviste que esperar a pasar de los treinta
para que, de repente, todos los zapatos te hicieran daño. Aguzo la
vista para ver cómo es el aula donde das clases, y qué foto tienes
puesta en el fondo de escritorio de tu ordenador, cuánto duran tus
desayunos de domingo, o dónde veis Óscar y tú las series de la
CBS, si repantigados en la cama, o recogiditos en el sofá, con la
gata celosa haciéndose un hueco entre los dos. Si hacéis escapadas,
si os peleáis por a quién le toca bajar la basura. Y desde esta
distancia, trato de adivinar si haces algún proyecto para el futuro,
si alguna de tus vocaciones ha quedado insatisfecha, si te ves
acumulando un año somnoliento tras otro en los Estados Unidos, si te
sientes arraigada, si alguna vez, al explicarle a una negra de ciento
veinte kilos los ingredientes del gazpacho, te has preguntado qué
narices hacías allí.
Todo eso se me pasa por la cabeza, y no
puedo evitarlo, me mosqueo un poquito. Porque ninguna de esas
preguntas que me hago van a tener respuesta. Pongamos que nos vemos
cinco horas completas al año, salpicadas de arena de playa y
hierbabuena de mojito (que este verano no probaré ni siquiera
contigo, porque están tan asquerosamente dulces). Y eso es un tiempo
demasiado corto como para que nuestras mudas y minuciosas rutinas
sean desplegadas. Hablaremos de tus compañeros de Departamento, de
la depresión en que anda sumido el país del que pudiste escapar a
tiempo, antes de que la cola del paro se convirtiera en tu nicho
ecológico. Trataré de acordarme, infructuosamente, de los libros
que he leído. Volverá a asombrarme tu elocuencia. Quizás escucharé
con la cabeza un poco gacha lo que quieras decirme sobre el blog, y
quizás me muerda la lengua y me envenene, antes que pedirte
explicaciones, como si estuviéramos casadas, por la razón de que
nunca, nunca, me dejes un mal comentario. Quizás, al darnos el
enésimo abrazo de despedida, volvamos a jurarnos que, esta vez sí,
vamos a escribirnos con más frecuencia, y a parlotear por el Skype.
Entonces yo haré el minúsculo recorrido
que hay entre la casa de mi madre y el lugar donde siempre nos
separamos, con la sonrisa todavía congelada en la cara, y una
espinita dulce en el corazón, que dejará de dolerme pronto, porque
las dos tenemos ya un doctorado a la hora de despedirnos. Y, mientras
recuerdo todas la cosas que me has contado sobre tu viaje a San
Francisco, tararearé una canción de Perry Blake que se llama
California, y que habla de todos esos lugares soleados donde
empezar una nueva vida, y de la misma manera que imagino tu rutina,
imaginaré que un día pierdo el miedo al avión y te visito y, en
nuestra caravana alquilada, viajamos por el Big Sur, de Henry Miller,
y el desierto de Mojave, de Hacia rutas salvajes, y el
deprimente Los Angeles de John Fante. Allí encontraremos un tiempo
para contarnos nuestras vidas sin atropello, o para inventárnoslas.
(No encuentro la versión original! Es menos sedante que ésta.)
Alucíno!hace tres o cuatro dias, tambien yo pensaba en tu amiga, mientras organizaba mentalmente mi almuerzo vegetariano me vino a la cabeza la imagen de sus menús(o es menuses,corrigeme si es así).
ResponderEliminarDe cuando te visité en Sevilla,en la casa que compartíais.
http://www.youtube.com/watch?v=1VohnkFfsRQ esta es la que buscabas??un besito hermana, yo sí que hace un millón de años que no veo a la de piladelpia..
ResponderEliminarJope, mi hermana es más manitas que un fontanero polaco. Esa era, sí. Un besoo
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