lunes, 13 de febrero de 2012

Lusofilia


  • Artículo del pájarocuco nº 1: “Lusofilia”.
  • Nido ocupado: “El "norueguismo en los tíos”, de Cosas que (me) pasan

Hace unos años, penaba yo de verdad por un amor que era casi de mentira. Me iba desahogando entonces por las esquinas, como la Zarzamora, porque, por mucho que lo intentaba, no lograba comprender cómo el mundo podía ser un lugar tan falto de calor y de tacto. Una de esas noches, un amigo de barra, que me había jurado devoción eterna, y al que no he vuelto a ver desde entonces, me respondió, cuando le largué mi rollo, que ah, pobrecita, de lo que yo me había enamorado era de una ciudad, y no de un hombre, y que lo mío tenía solución, porque las ciudades no suelen ser tan despiadadas como los hombres. A mí me pareció una grosería, la verdad. Porque siempre me ha interesado demasiado lo específico como para que se me acusase de mitómana. Al menos desde que di por terminada esa etapa larguísima y penosa de mi vida que fue la adolescencia.

Y, sin embargo, ahora lo pienso mejor, y estoy a punto de darle la razón a ese amigo de media hora (de quien no llegué a saber si quería tocarme las tetas por lujuria o para copiarme el modelo cuando se hiciera el cambio de sexo). Desde luego, yo no me encandilé de V. porque entonces no supiese muy bien cómo consumar mi amor por Lisboa. No soy tan romántica. Pero sí es verdad que, durante aquella noche de julio, me enamoré una burrada de veces antes de conocerlo a él. De manera fulminante. De hecho, no me fijé en su presencia hasta que no me enamoré y desenamoré de su amigo. Me encontraba en una radiante modo flechazo. Por la absurda razón de que, a mí, los portugueses me debilitan el sistema inmunológico.

(En este caso, hago una excepción a mis recelos contra lo genérico. Debe de ser que, muy de vez en cuando, la Silvia adolescente sale de su calabozo)

¿Y qué es lo que tienen los portugueses, así, al bulto, para que, cada vez que voy a su país, a mí me den ganas de secuestrar a unos pocos (muchos), y de pedir que me envuelvan a otros cuantos para regalo?

Pues, en primer lugar, los portugueses me gustan porque son portugueses. Chin pon. No voy a hablar ahora de por qué Portugal me atrae como el verano a las moscas, porque pienso dedicarle un montón de entradas al tema, y no quiero plagiarme. Adelanto solamente que, desde que empecé a costearme las vacaciones con mi poco sudor, he viajado allí, a ver que cuente con los dedos, en ocho ocasiones, lo que hace una media aproximada de una vez cada once meses. Y me encanta que se haya convertido en un destino clásico, un lugar al que los biorritmos o el ciclo de las estaciones, o lo que sea, me impulsan a migrar cada cierto tiempo. Me gusta haber sido capaz de desarrollar semejante fidelidad. Me gusta que desbarate los conceptos de lo viejo y lo nuevo, lo conocido y lo desconocido. Portugal no es un trofeo que añadir a mi lista, sino una recompensa de días claros. Me encanta. Quiero la nacionalidad lusa ya, senhor Cavaco Silva.

En segundo lugar, los portugueses me pueden porque hablan portugués. Oh, sí. Sim. Mi coche rueda por tierras de Huelva, de Badajoz, de Salamanca y, de repente, el dial de la radio es invadido por acentos ágiles y blandos. ¡Emisoras portuguesas! ¡Ya mismo estaremos aparcando! El idioma es la primera pista del país, el primer anzuelo. Antes de ver las señales de tráfico portuguesas, blancas, un poco toscas, antes de que una gran taza de café Delta se recorte sobre el paisaje, con menos fiereza que el toro de Osborne, escucho a los locutores portugueses y me pongo contenta. Es una música dulce, traicionera, un idioma de sirenas. Dulce porque te cautiva con una dosis de susurros que debería ser ilegal. Traicionera porque, entre susurro y susurro, se inserta un hachazo gutural, una erre que se pronuncia ggg, y que no provoca la ligera risa nerviosa del francés, sino un poco de espanto. Y esa combinación, en la boca de un tío que tiene la intención evidente de llevarte al huerto, es too much for me. Sugiere amores difíciles y suculentos.Es asín.

Ah, las dobleces del idioma portugués. Estoy convencida de que se inventó para ser usado como arma secreta en las contiendas ibéricas. Porque está hecho a prueba de oídos y bocas españoles. Como los idiomas que se inventan los hijos para hablar en la mesa sin que sus padres los comprendan. Un arma de guerra. Lo primero que hago al entrar en un hotel portugués, después de dejar las maletas en el suelo, es encender la tele y buscar un canal de noticias. Tengo que hacerme con ese idioma perro, me digo. Tiene que ser mío. Y, bueno, aunque en cada viaje mi cerebro se lusifica un poquito más, y soy capaz de ir captando cada vez más sonidos, tarde o temprano, en los restaurantes, en las cafeterías, arrojo la toalla. Dejo de querer entender para dejarme embaucar por esa melodía. Cierro los ojos y me enamoro otras cuantas veces.

En tercer lugar, los portugueses me privan porque son guapos. Quiero decir, que chocos (choco: dícese del espécimen complicado de mirar), haberlos, haylos, como en cualquier sociedad humana. Hombres de ceja única, en Portugal, pues a cascoporro. Pero es un hecho empírico, contrastado por fuentes fidedignas (mujeres salidas, mujeres que no amaban a los hombres, hombres machotes, y machotes gayses), que la proporción de macizos que pueblan las tierras lusas roza el delirio. Me di cuenta nada más salir del autobús, la primera vez que fui a Lisboa. Miraba para acá, para allá, este peatón, aquel pasajero del tranvía, un camarero, otro peatón, otro, otro, otro, y no podía creer lo que veía. Parecía una invasión. Chicos monos. Tíos atractivos. Guapillos y asquerosamente guapos. Hombres de todas las edades a los que el traje de chaqueta les queda demasiado bien como para creer que ahí dentro hay carne, con todas sus flojuras, sus abultamientos y sus oquedades. Casi me dio miedo. Y, también, un poco de pena por el triste destino estético de la raza hispana. ¿En qué momento se separaron estas dos ramas, la florida y, bueno, la española? ¿Quién tenía la culpa de todo eso? ¿Viriato? Porque era, es, una guapura racial, categórica, muy fácil de identificar. Esa nariz de perfil recto, como un triángulo isósceles perfecto, el labio inferior mordisqueable, y los ojos, como dos puñalás. Parece que viene de serie, todo ese conjunto. Que digo yo, ¿a qué están esperando las autoridades europeas para cruzar a machos portugueses con hembras españolas? Si se hace con los tulipanes y las vacas lecheras...

(He tenido que extirpar una foto de un requetemegaguapo ejemplar, porque le estaba haciendo cosas raras a la configuración de este blog. Sería la emoción...)

Y me chiflan los portugueses porque tienen pinta de tener los dedos largos, como para hacer música, o picar primorosamente una cebolla sin que las rodajas se desbaraten (llorando mucho, en silencio, para darle un poco de gusto al tópico), o montarte el Ikea entero en un par de horas. Porque algunos tienen un aire de misionero. Porque todos parecen haber aprendido en la escuela a bailar danzas regionales. Porque, a pesar de la guapura, parecen tener la autoestima baja. Porque, a lo mejor, un portugués siempre se duerme en tu hombro cuando estáis viendo juntos la tele, por la noche. Porque se hace un poquito el duro para que tú no lo mires con embeleso, mientras la palabra saudade relumbra en tu mente con mayúsculas de neón. Porque en verano le gusta tirarse las horas muertas tumbado en la playa. Porque su mamá le enseñó veinte recetas de bacalao y él las ejecuta un día sí, otro también, como si le cantara himnos a su bandera. Porque coge la minúscula tacita de café del desayuno, con un par de dedos (largos) de gentleman, y se la bebe de un golpazo, como si fuera jarabe. Porque la barriga le engorda menos que a sus primos españoles. Porque sueña con irse a vivir algún día al pueblo de sus padres, porque a lo mejor nació en África.

6 comentarios:

  1. Silvia aunque me repita,porque ya hice este comentario a tro post,deberias ofrecer tus servicios a alguna guia de viajes.Serias inpagable.
    Me voy a Portugal,ya!.

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  2. Hija mia cuando me vas a llevar Portugal?Prometo no babear.

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  3. Silvia muchas gracias por tus "adosados",son geniales.Besos.

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  4. Lectoraadicta, la blogosfera está abierta. Que los de las guías se acerquen por aquí, si quieren, y me hablen de negocios (soy española, joder). La verdad es que sería un trabajo chupi, si no fuera porque el odiao de mi estómago no admite más comida que la que hacen mis manos (esto seguro que ya lo he dicho por ahí).

    Madre, yo te llevo, si y sólo si prometes babear. Esa es la gracia.

    Anónimo, no hay nada como buscarse buenos vecinos. Ojalá mi vida real se pareciera en eso a mi vida virtual. Besos de vuelta.

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  5. Silvia, me encanta!!. También voto por la mezcolanza racial, copón!.
    Laura (con muchos deberes por hacer en lo que a incursiones en tu blog se refiere.
    Muchos besos!

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  6. Laurita, bieeeeen. RE-BIENVENIDA!!! Que digo yo que podíamos montar una caravana de mujeres a Lisboa, y venga, y venga a secuestrar morenazos.

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