jueves, 17 de noviembre de 2011

Menudencias bañadas en oro

Ah, los placeres triviales, perfectamente prescindibles y, sin embargo, cuando te percatas de su presencia, qué cara de amor se te pone. Fugaces, porque se queman rápido, tan calentitos, tan suaves. Se me ocurren éstos, ahora (lo mejor es que suelen estar escondidos en sus madrigueras, hasta que te asaltan y te arrancan un oh, sí, ah, es verdad, viva)

      • Pasarme un dedo mojado en saliva por el rosario de picaduras de pulga que adorna mi pantorrilla izquierda. Que exactamente lo que hago ahora, entre línea y línea. Nueve. ¡Nueve picaduras de pulga! ¿Por qué siempre a mí? ¿Por qué soy tan apetitosa para los insectos, y tan poco para los animalazos del gimnasio?
      • Subir sola solita sola en el ascensor de la Delegación, a las ocho de la mañana, cuando las hordas de funcionarios bañados en desodorante asaltan el edificio.
      • Rascarme el cuero cabelludo después de venir de la playa, y comprobar la cantidad de arena que se me queda bajo las uñas. Dulce, añorado placer veraniego.
      • Mojar pan. Eso es universal. El colmo del placer es rebañar ese concentrado mágico que se pega a las paredes de la sartén.
      • Acostarme en una cama de sábanas recién puestas.
      • (Ponerme ropa interior de madame debajo del uniforme) Los paréntesis son para que no me escuchen mis queriditos forestales.
      • Chupar las tapas de los yogures. Si son pecaminosos postres lácteos cargados de grasas saturadas y azúcar, el placer es ya pornografía pura.
      • Despertarme medio minuto antes de que suene el despertador. Me hace sentir como un emperador romano coronado de laureles. “Yupi, a vivir”, canturreo para mis adentros.
      • Encontrarme en el Paseo del Salón al Barrendero Chiflado. Un día le haré un video robado, para que os deleitéis con su manera de darle a la escoba, con movimientos de gondolero y a ritmo de bulería. Qué nubes levanta el tío, qué ambientazo de western.
      • Apoderarme en la biblioteca de un libro recién comprado, sin estrenar todavía. Placer en vías de extinción, dados los dichosos recortes del infierno. Esta vez me siento como un cacique desflorador de doncellas. Con todos mis respetos.
      • Esperar en el sofá a que se seque el suelo del salón, que acabo de fregar. Una Robinsona en mi propia casa.
      • Mear una hora después del desayuno, y que el pis huela a café. Qué comunión con los elementos.
      • Bailar música hortera en los probadores del grupo Inditex.
      • Partir las primeras veinte almendras de un cubo repleto.
      • Comerme la tetilla de una barra de pan en el trayecto de la panadería a mi casa. Le tengo especial afición, también, al ratoneo de galletas. Coger una del paquete, mirar a lado y lado, porque sin furtiveo no tiene gracia, morder, y dejar inocentemente el resto de galleta en el mismo sitio.
      • Ver esas cajas profesionales de lápices de color en el escaparate de una papelería técnica. Bueno, todo lo que hay dentro de esas cuevas de Alí Babá me estremece. Ese olor. Dios.
      • El tintineo de los cubitos de hielo cayendo en un vaso de tubo.
      • Dejar un círculo de vaho en la ventanilla de un tren. Hace ya tanto tiempo.
      • Pasar por debajo de un castaño de Indias que yo sé, y levantar la cabeza, sin parar de andar. Ahí está, por arte de magia, el bosque entero, en la ciudad.
      • Acariciar y acariciarme los lóbulos de las orejas. Qué invento.
      • Rebañar con el dedo el chocolate que se ha quedado pegado en el cazo donde lo he fundido previamente, y ponerme la boca perdida, y de paso toda la cocina.
      • Arrancar pajitas del campo, sobre todo si están recalentadas, y jugar a Lucky Luck.
      • Buscar rutas alternativas en un mapa de carreteras. Porque, cuando no me duermo, soy un lujo de copilota. Me río yo de los GPS.
      • Levantar la capa coagulada que se forma en la superficie del arroz con leche o de las natillas, zampármela yo sola, y que mi mamá me diga, todavía, estate quieta, niña.
      • Ponerme, después de la ducha, el albornoz espeso que me regalaron mis tías, justo encima de la crema hidratante. Me convierto en un balneario andante.
      • Pasarme una mano por la nuca recién pelada, tal y como ahora mismo. Es que me encanta la forma de mi cráneo. Qué cosa más egipcia, esta mollera mía y este placer, porque sepan ustedes que a los tutankamones, unos lascivos selectos, les ponían cantidad las cabezas rapadas, masculinas o femeninas. 
         
Y aquí  pongo el fin, porque, en realidad, de lo que yo me proponía a hablar esta tarde era de mi tortuosa relación con la peluquería. Pero estoy sola en la oficina, t-r-a-b-a-j-a-n-d-o, y el sol se colaba por las rendijas de las persianas, cuando empecé a escribir en modo interruptus, y las mesas parecían las del rey Midas, y yo me sentía magnánima como una vaca retinta recién desayunada.

Si fueran tan amables de continuar esta lista en la sección de Comentarios... Pero la gracia está en que sean menudencias. Nada de olor a tierra mojada ni de gatitos ronroneantes ni de puestas de sol)


14 comentarios:

  1. Paco Principiante18 noviembre, 2011 01:31

    Coger el papel calentito que sale de la fotocopiadora y acariciarlo (en Invierno, claro).

    Escuchar un CD que lo tienes trillado, y cuando acaba una canción, empezar a tararear la que sigue antes de que empiece. Es como si fueses un Rappel de pacotilla (como si él ya no lo fuese, vamos).

    Escuchar el canto de las cigarras en pleno Verano, cuando está lloviendo fuego del cielo y sudas como un poseso.

    Entrar en un garaje, o en el Metro, con esa brisita algo más fresca, mientras oyes las cigarras.

    Abrir la primera página del libro que has decidido empezar a leer, después de terminar el último.

    Reconocer el acento andaluz distorsionado, y a veces camuflado, de los paisanos que llevan mucho tiempo aquí en Madrid. (yo, sin embargo, voy a peor; a pesar de mis 11 años capitalinos, mi santa me dice que cada vez me acerco más al habla de Jesulín)

    El olor en la charcuterías de los Supermercados; un poné, el Carrefour, que cuando paso al lado de los jamones pongo la misma cara de estar escuchando el adagio de cuerda del Samuel Barber. (Perdona, que para ser el último que digo, esta muy cerca del olor a tierra mojada que rechazabas, pero es que este es mucho más rural, campestre y autentico, qué no?)...

    Ea, sacabó por hoy.

    ResponderEliminar
  2. Paco Principiante, hijo mío, yo muero por la tierra mojada, sólo que, como buena cotilla que soy, no quería saber de placeres y amores evidentes, sino de esas tonteriejas que dan su particularidad a cada hijo de vecino.

    Y el ceceo, tienes razón, mola mil. Y lo del papel calentito...te pongo un piso por acordarte! Ahora, la charcutería del Carrefour...¿Es que a ti el frío polar no te quema la pituitaria?

    Añado otro: los comentarios largos. Mola, mola, mola mil (aunque no entren en la categoría de menudencias)

    ResponderEliminar
  3. En el desayuno,mi naranja de después de las tostadas,sin ella el dia no empieza igual.

    Pintarme con los perfiladores recien afilados.

    Comparto muchas de las tuyas,la de la cama con sábanas límpias,pero que estén planchadas, nada de,de la lavadora a la cama.

    ResponderEliminar
  4. darle la vuelta a la almohada cuando se me pone la oreja roja.

    regar el cesped descalzo (en verano, por Dios)

    que me corten el pelo.

    aparcar a la primera en Cádiz.

    que en la caja del Mercadona me espere Yurena o Davinia enterita para mí

    jugar con Jose a imitar a una locutora local mítica, mezclando a voluntad ceceo, seseo, pronunciando perfectamente las eses finales o comiéndonoslas (huy) por completo. Sugerencias: las cozas, cetesientoh... En verdad lo que más mola son los números de teléfono y probar todas las combinaciones posibles para un mismo número. Hasta echar la pota y decir: me rindo.

    Y la última: leer a medias con Jose tus posts (una frase cada uno) y jartanno reí...

    ResponderEliminar
  5. a mi me gusta jugar con el amansaloco (te lo explico)cojer un mechoncito de pelos y retorcerlo entre los dedos; otra variante es el mismo mechoncito introducirlo debajo de las uñas y sentir los pinchasillos.
    disfruto cambiando el precio de algun producto por otro mas barato en la verduleria (lechuga por pimiento etc)

    ResponderEliminar
  6. Lectoraadicta: si hubiera usado alguna vez perfilador, te daría la razón. Pero lo de las sábanas planchadas.. Sí, siempre y cuando es otro el planchador.

    Barramedeño malvado: ya mismo colgaré el post de los cortes de pelo, y te darás cuenta de que jamás, jamás, estaremos de acuerdo respecto a ese placer. Y esa locutora local, jojojo, debe de ser prima de una profesora de, ejem, Leeeguaaa y literatura que tuve en BUP, y de Valderas el de IU. los números de teléfono: yo sí que me rindo contigo, primó.

    Pero, Soy Yo, eres maaaaalo con el Sr. Mercadona!!! ¿O eres un Robin Hood?

    ResponderEliminar
  7. Todos los placeres que se me ocurren son guarrindongos -no, sexo no- y me da fatiga consignarlos. Pero vamos, tienen que ver con los moquejos y tal. Hacer píldoras y eso. Con lo que se demuestra que no estoy a la altura.

    Bueno, ahí va uno presentable: probar una comida de lata y que no sepa a conserva, sino que esté ricarrica.

    ResponderEliminar
  8. Me dejas un poco fastidiada si no puedo poner gatitos ronroneantes.... pero lo intentaré....

    - Estirarme bien, bien, en la cama cuando mi marido se levanta y yo puedo quedarme más tiempo... esa sensación de "toda mía"....

    - Encontrar el paquete perfecto de Tortas de Aceite en el supermercado, un poco quemaditas, como a mi me gustan...

    - Colgar el teléfono sin mediar palabra a esas llamadas tipo "Hola, buenas tardes, mi nombre es X y le llamo de compañía telefónica X, hablo con el titular?"

    - El momento en que me doy cuenta que mis niños (gatunos, sí, lo siento) entienden una nueva palabra.... hace poco han aprendido el significado de "patio"

    ResponderEliminar
  9. Venga, Anónimo, que todos metemos la nariz entre las mantas cuando nos tiramos un pedo en la cama. La gurrindonquez es un placer!!

    Másdelomismo, eres lo más (pero no de lo mismo). Como le dije a Paco Principiante, la cosa estaba en poner placercillos pequeños y particulares. Los gatos son el AMOR!! Lo de colgar el teléfono a Daisy, jijiji, a mí se me olvidó apuntar : "cancelar la llamada sin descolgar siquiera cada vez que en la pantalla del móvil aparece el 1441". Y una duda, ¿abres todos los paquetes de Inés Rosales en el súper? :)

    ResponderEliminar
  10. No, me tengo que fiar de la primera impresión.... y no siempre es la que cuenta....

    Eso de llegar a casa con tu paquete de Inés Rosales escogida por el grado de tueste de la primera torta (la que puedes ver sin abrir el paquete) y que todas las demás sean unas sosas, blandengues y sin ningún color.... ufff, lo peor...

    ResponderEliminar
  11. - Empezar un cuaderno nuevo y cuidar que la letra te salga bien bonita (no sólo placer de la infancia). También en el reverso de esa primera hoja, cuando apoyaba directamente sobre el cartón de la pasta.
    - El tacto de una goma de borrar, nueva (no sé si lo habéis puesto). ¿Habéis probado a pasarla "descuidadamente" por la cara?.
    - Oler libros nuevos.
    - Hacer masa de rosquillos (por ejemplo) y, furtivamente, meter los dedos...ay.

    (Bueno, ya paro).

    Besos! (Laura)

    ResponderEliminar
  12. Libros nuevos, of coursee!! Sobre todo si son de texto!! ¿Y el olor, no sólo el tacto, de las gomas "Milan", las que ponían NATA? Mmmmm

    (No pares, mujer)Besos a ti

    ResponderEliminar
  13. Hola, acabo de aterrizar por aquí y se me ocurren algunos:

    - Respirar hondo cuando veo que la niña tiene otra vez piojos. Después de estar un buen rato pasándole el peine darme cuenta de que me encanta este ritual primate.

    - Sentir el corazón saltando, muerta de miedo a ser descubierta, mientras coloco los regalos durante la mejor noche del año.

    - Dormir desnuda sobre una piel de oveja (y tener las sábanas recien puestas pero no planchadas, sino recién recogidas del tendedero al sol de invierno).

    - Empezar a trasplantar plantas con cuidado usando una pala pequeñita... y acabar rascando la tierra con las uñas.

    - Comer mermelada de fresa a cucharadas y ser consciente de mi capacidad natural para zamparme un bote entero si me fallase un poco más el autocontrol.

    Bueno,y mil más. Y esto:

    http://youtu.be/KzSutnFrI6I

    Volveré por aquí!

    ResponderEliminar
  14. Oh, Epolenep, mil gracias por el vídeo, no lo conocía !! Aunque me inquieta que ese señor rubio cabezón con la boca más grande que he visto nunca sea casi mi alma gemela: el guisante solitario, el transsiberiano, el olor del forro para libros...
    Por cierto, ¿"dormir desnuda sobre una piel de oveja"? Eres pura transgresión!!
    Espero verte pronto por aquí

    ResponderEliminar