miércoles, 23 de noviembre de 2011

Mamá gata


Esta tarde, a lo mejor, no ha tenido ganas de salir de casa. Ha declinado la propuesta de ir al cine que le hizo una compañera de trabajo, o ha dejado para otro día el rastreo de tiendas, a la caza como estaba de un vestido apañado para la comida de Navidad, o cualquier otro plan o compromiso. Hoy no. Hoy será de esos días en los que desarrolle a sus anchas el particular horario que ella y su hombre han perfeccionado a lo largo de tantos años. El horario que horrorizaría a cualquier europeo, y que ellos puede que ya estén hartos de justificar. Así que, ahora, cuando a mí me falta poco para la cena, ella estará enroscando la cafetera, y colocando unas cuantas galletas de emergencia en un plato, porque, la verdad, ayer no se acordó de comprar nada para merendar. Sube la escalera con la bandeja, sirve las tazas, se sienta en el sofá, desde donde contempla, todavía asombrada, pese a la costumbre, la iluminación color brasa de la Alhambra. Quizás ahora piense que, en realidad, tendría que haberse inventado cualquier excusa para salir a la calle, lejos del salón, del sofá, de la manta con la que le gustaba jugar a la canija.

Yo aún recuerdo la tarde en la que compartí sus juegos, en el mismo sofá, con la misma vista gloriosa. Me enamoré de esa gata, de la concentración con la que trataba de atraparme algún dedo, y de los arañazos que, sin querer, me escribió en las manos, con sus uñitas de bebé. No le faltaba más que reír a carcajadas, para demostrar, al que todavía no se hubiera dado cuenta, lo feliz que era. Ahora ya no está, y ella, su amiga, su madre grande, ya no va a poder despertarse de la siesta notando en las pantorrillas el bulto pequeño y calentito, el lince de peluche que era Sally. Sé que, esta mañana, y ayer, habrá tenido que hacer de tripas corazón en el trabajo. Nunca ha sido de esas personas que se recrean en la ostentación de su pena. Y seguro que sabe de sobra que, según el ambiente, llorar por un gato perdido o muerto cosecha más cejas levantadas que condolencias. Los humanos, y su humanidad rácana. A ella, estos cercos a la ternura, estas clasificaciones de lo que es normal defender o amar, se le quedan demasiado pequeños. Y de eso, de su corazón de hada buena, se dan cuenta hasta las personas que igualan perro o gato a cosa pateable.

Francamente, me cuesta imaginar que haya alguien que no la quiera. Por su bondad, claro, de eso no cabe duda. Por su abrazo abierto a la desdicha del mundo. Por su manera de escuchar limpia y sosegada. Por la generosidad con la que regala su tiempo sin pedir nada a cambio. Porque es un bálsamo para los que están perdidos en los laberintos de su propia sensibilidad. Porque, con unas frases, hace fácil lo que a los demás nos cuesta un mundo. Por sus vigorosas coordenadas éticas. Por la manera en la que excluye de su ámbito la queja gratuita. Porque no es blanda ni dura. Y también por su alegría, por su chispa. Por su vitalidad que no invade. Porque no siente su vida como una cosa ya fraguada. Por querer seguir aprendiendo y ensanchando el espectro de sus posibilidades. Porque se va sola de viaje y se hace amiga de los taxistas. Porque sabe hacer unos bizcochos de naranja celestiales, y darle un retoque a la ropa que se compra. Porque no le tiembla la mano a la hora de tirar de tarjeta para darse un capricho. Porque habla bajito. Porque la cara se le ilumina cuando algo la maravilla, y eso es algo que sucede a menudo. Porque no le asusta morirse.

Podría hablar mil páginas sobre ella. Decir que siempre que me topo con una pared en la que no encuentro puerta, una pared imaginaria de autocompasión y protestas, me paro, tomo aire y pienso “¿qué es lo que haría ella?”. O que me dolió en el alma aquella vez en la que fue ella la que tuvo necesidad de tomar aire y quitarse un rato de en medio, que era donde mi hermana y yo estábamos, allá en la roja Bolonia. Trato de acordarme a menudo de aquello, para no volver a decepcionarme de mí misma, que es lo mismo que decepcionarla a ella. Podría admirarme una vez más de la entereza sobrehumana con la que digirió la muerte de su hermana. Vuelvo a verla esa noche en el hermoso patio de su casa, donde reinan los gatos y las plantas de vivero arraigan como si nada, su cara apesadumbrada, pero comprendiendo, explicando lo inexplicable, no a ella misma, sino a la misma sinrazón, a mí, a Jose, a Manolo, salvando del fuego, que al día siguiente daría cuenta del cuerpo de mi tía, un puñado de detalles relativos a la cronología que hasta hacía tan poco había sido la cotidiana. El tupper de comida que no llegó a llevarle a porque pensó que no le apetecería. Cómo al final su hermana ya no podía ni siquiera leer, que era lo que más le había gustado hacer en la vida. Y mientras hablaba, nunca se quebró, no dejó que la pena se adueñara de ella, ni que la conmoción, como a mí, la anestesiara.

El ángel bigotón (me dejas usar la foto ¿verdad? Quería que estuviese aquí para siempre)


Yo, que tantas cosas quiero ser, y a tantas personas me gustaría parecerme, nunca dejaré de admirarla. Quien de verdad quiero ser, de mayor y ahora, eres tú, Esperanza.

20 comentarios:

  1. Madre mía, qué hermosura..comparto cada una de las palabras que escribes, se me llenan los ojos de lágrimas de pena por esos dos cuerpos que un día estuvieron y por este de la que sí está y que debe tener "cuerpo acelga" en estos días tristes..
    Esperanza, Esperanza, Esperanza se me llena la boca de nombrarte, no quisiera verte triste más, que para un año creo que ya has tenido bastante..

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  2. la madre de la pantoja24 noviembre, 2011 10:45

    AMÉN.

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  3. ohú!.sin comentarios.

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  4. enhora buena,sobrina,dá gusto leerte.un besazo

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  5. Una pena de dentro de armario, sí. Pero inmensa. Ojalá pudiera reunir un poco de atención para extenderme unas líneas y llegar a rozar una miguilla de tu estilo, señora Silvia. Y de la alegría qué te voy a contar: treinta y cuatro años dan para mucho.
    M.

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  6. Podría no decir nada, porque no sabré decir nada que pueda agradecer lo que has escrito. O escribir sólo unos cuantos signos, que posiblemente ilustrarían bien la impresión que me produjo leerlo, anoche, después de volver -el motivo para salir estaba ahí, arañándonos el estómago- de pagar la factura de la clínica y de oir a la veterinaria explicarnos datos, nombres difíciles y mecanismos frágiles, lo mucho que lloró cuando el puñaillo de huesos, pelo, alegría y ternura que era nuestra Sali -Sali, de Saliega, una de las linces ¿o lincesas? de Doñana- se le fue de las manos...bueno, cuatro días con ella sobraban para quererla; pues esos signos podrían ser: ¿¿¿¿???? ¡¡¡¡!!! y serían suficiente explicación.
    Después pensé que quizás podía haberme ocurrido lo que al protagonista de alguna de esas películas en las que él está muerto pero no lo sabe y tampoco el espectador hasta el final, sólo se puede hablar de esa forma de alguien que ya no está...a mí también me gustaría ser como esa Esperanza o, si es que todo fuera cierto, sólo así, sin aristas, sin fisuras, pero bueno, los que ya no estamos tenemos el privilegio de ver cómo se esfuma el lado oscuro. Ahí Chispita, lectoraadicta, M., que seríais los espectadores que desconocen todavía el desenlace, podríais ayudar a completar el negativo de esa foto maravillosa.
    Gracias a todos. GRACIAS, Silvia.

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  7. Es que no se ni que decir, estoy emocionado por esta muestra de amor.
    La gatita "cenicienta" como yo le decía, porque se perdió y apareció una noche a las 12 cuando Manolo deicidió echar un último vistazo a la calle.
    Pocas personas conozco como Esperanza...
    Felicidades Silvia y un fuerte abrazo a todos.
    Maribel

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  8. Como sois las Moya, madre, mira que pensar que esto era un obituario. Lo que tenéis muerto es el amor propio, so seres. Os quiero, Moyas y Puyuelos (y asociados!)

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  9. Ole,ole, y ole,mi querida,prima, es justo como lo cuentas,para mí ha sido eso,todo un bálsamo cuando he estado perdida por esos laberintos de la sensibilidad.

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  10. No quisiera yo que una broma tonta tiñera un sólo grado la sorpresa, la emoción y el orgullo que sentí y siento al leer el homenaje público más hermoso que me han hecho en la vida.
    Se me olvidó comentar, cómo aciertas al explicar lo difícil que es intentar -según con qué gente, claro-, que no se note ni un poquito la tristeza (cuánto he agradecido un oportuno resfriado, cuyos síntomas visibles se parecen tanto a los que deja la pena). Qué cansancio arrastro desde años de soportar estas polémicas absurdas sobre hasta dónde hay que querer, "los cercos a la ternura" o qué es "normal defender o amar"; esos reyes de los límites que parecen empezar entendiéndote, pero que de repente ves que ya están pensando que no, que eso ya no es "normal" y entonces empiezas a esconderte, a esconderte...
    Maribel, Ana, de mi lado ¡qué suerte!

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  11. Es que en toda polémica parece que hay una parte que empieza con aires de haberla ya ganado, y hay otra que sale ya encogida, pegándose a las paredes, palpándose los rodales donde sabe que van a ir cayéndole las guantás.
    M.

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  12. Primita, pensé mucho en ti mientras lo escribía. Un beso.

    Y Esperanci de triani, aquí no hay más tiñe queel de mis uñas, que se me han quedado verdes por culpa de un pintauñas baratuno. era por hacelte de rabiar un poco, pa que te se bajen los humos que estás cogiendo. jujuju

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  13. Gracias,me alegra que te acordaras de mí en ese momento,pués está descrito perfectamente.Otro besazo pá tí.

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  14. Por el amor de trescientos catorce mil doscientos quinceeee!!... pensé que ya había llorao "más que un río" como decía la tía Esperanza "vieja", (TÚ, mi querida tita Espe, eres la new) cuando en casa tranquilica leí el relato (tuve que imprimirlo en el cole pa leerlo en casa sentá en el sofá, dado que ya no pillo muncha red del vecino generoso que me mantenía en estos mundos cibernautas gratis) pero luego más tarde me preguntaron si había leído los comentarios post-drama (que drama más tonto mi vida, como diría a su vez el Millán Salcedo..jaja), RESUMIENENDOOOOOO, que vaya otra vez que explosión de sentimientos al leeros cojona!! otro poquito de río!! que es de aguas dulce. ya en su día felicité a la autora y lo vuelvo a hacer ahora de nuevo, FELICIDADES PRIMA "SILA".
    Tita ESPE, que te voy a decil.. que TE QUIERO MUCHO,MUCHO, QUE ÁNIMO AGOGÓ HASTA QUE AMAÑANE (como decía el que fue alcalde de mi pueblo con los cubatas) y que soy FANS tuya total, si, ME TOO (que quié hicil "yo tamién").

    VIVAN TODAS Y CADA UNA DE LAS MOYA, también el MOYITO ADELO

    P.D.: espacio patrocinado por las comillas y los paréntesis.
    Eme Jota

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  15. Es precioso lo que has escrito, Silvia. Y lo es mucho más porque es totalmente cierto lo que dices, cualquiera que la conozca sabe que es así. La tia Esperanza es admirable y si me perdonas por la marranada que supone esto del copieteo... pues... yo también quiero parecerme a ella

    besotes desde Córdoba

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  16. Por cierto hermana, que pensaba que el bálsamo era el relato de la silvia y no el bálsamo es la Espe!!! ay...que no me entero...solo pienso "qué bonito, qué bonito, qué bonito"... y "que grande la Espe, es verdad, qué grande, qué grande"
    más besos del ciclón de la Mancha

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  17. Pero bueno...qué virus es éste. Qué bicho sos ha picao a tós...ciclones de la Mancha y accitano, me voy a poner a repartir collejas, pero ya...tanta blandenguería.

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  18. Hola, Streya, lucero del alba, un besazo

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  19. No imaginaba que pudiera disfrutar del cielo desde la espesura negra de esta cueva, pero las palabras de esta tal Silvia sobre aquella tal Esperanza me han hecho recordar otros días, viejos, pasados, desde donde ví sus ojos mirarme y sentí que las ganas de vivir se me metíeron por la manga de la camisa. Lástima que ya sólo use hoy camisetas de manga corta. Muy bonita y certera tu forma de escribir, blogera. Un beso, amiga que vino del frío.

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  20. ¿Sólo mangas cortas? Pues sí que es verdad lo que dicen de la buena temperatura de las cuevas.Lo de amiga que vino del frío ¿va por mí, o por la mamá Gata? Mira que yo, habiéndome criado media vida a la orilla de la Costa del Sol, soy de carne friolera.

    Un beso!!!

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